EL SUR DE ETIOPÍA - 2014

19:10





TODA LA RUTA DEL SUR - Desde Addis Abeba hasta Awassa (275 km).













AXUM-ADDIS ABEBA – AWASSA (275 km)

Después de desayunar en Aksum, cogemos un vuelo hacia Addis Abeba y allí, como si iniciáramos un nuevo viaje,  enlazamos con un nuevo vehículo hacia el Valle del Rift para visitar el sur del país, donde se agrupan la mayor parte de las etnias tribales y animistas que mantienen en pleno siglo XXI toda su esencia cultural y tradicional. 

A la salida del aeropuerto de Addis el tráfico es denso, es el día en que mucho jóvenes celebran su graduación y las calles están llenas de grupos que se hacen fotos con familiares y amigos. El gobierno concede créditos para pagar la universidad que luego irá recuperando cuando empiezan a trabajar.



La carretera atraviesa campos agrícolas y tierras de la tribu Oromo, el mayor grupo étnico en Etiopía que  se concentra principalmente en el centro del país. Están divididos por clanes, formando pequeños estados con políticas y religión diferentes. La mayor parte de la población es cristiano ortodoxa, seguida por la musulmana.

Los Oromo son un pueblo respetuoso con sus familiares, sólo tienen una mujer y tienden a tener el mayor número de descendientes pero todavía, en las zonas rurales, practican viejos ricos como el sacrificio de animales para satisfacer a Waaqa (su dios).

Son principalmente ganaderos y suelen llevar siempre una gorra y un palo. 




Las casas de los Oromo son conocidas como tukal, una especie de cabaña redonda, hecha con ramas de acacia cubierta con esteras vegetales. El tejado es coniforme con una apertura que permite la salida del humo.

 De Addis Ababa a Awassa hay alrededor de 275 km. La carretera no es mala pero hay que tener precaución porque los animales y la gente  la atraviesan continuamente. 

Desde la ventanilla del coche y sin perder detalle, vemos como la vida  sigue su ritmo ajena a nuestras miradas. 



Una familia traslada a un enfermo a un centro sanitario.



 En esta zona hay muchos invernaderos de flores que se exportan del país y -nos explica el guía- que muchas mujeres presentan enfermedades a consecuencia de los pesticidas que utilizan y que no hay ningún control sanitario. 

A un lado de la carretera vemos un grupo de gente concentrada,  han atropellado a una vaca. Lo que nos extraña, es que no haya más accidentes.







Dado que no hay agua corriente en las casas, principalmente las mujeres y los niños se desplazan hasta pozos, fuentes o ríos para llenar  recipientes de plástico amarillo, teniendo que recorrer a veces muchos kilómetros. 




A mediodía paramos en un restaurante local y probamos por primera vez la enyera, el plato tradicional etíope. Se elabora artesanalmente con harina de teff, un cereal local de granos muy pequeños que es muy difícil encontrar fuera de Etiopía. Es como una especie de crep pero de sabor algo agrio. Lo sirven en una gran bandeja donde se vuelcan los platos elegidos: pollo con salsa, carne picada, puré  de lentejas o garbanzos, ... Para comer se arranca un trozo de enyera con la mano derecha (nunca con la izquierda), se envuelve la guarnición y se acaba mezclando con la salsa picante o no. Nos gustó aunque no para comer asiduamente.




Después de comer, y de nuevo en la carretera, tomamos un desvío que conduce al lago Ziway, el mayor y el que se encuentra más al norte de los siete lagos del Valle del Riff. 



Impresiona llegar y ver la gran aglomeración de aves que esperan la llegada de los pescadores: marabús, pelícanos, ibis, garzas, cigüeñas,... 







Unos niños tiran despojos de pescado a las aves y rápidamente se acercan los marabús, de aspecto poco agraciado. Cuesta creer que este ave tan fea adornara con  las más bellas plumas el vestuario de las vedettes y  la alta burguesía de los años 20.






De nuevo en ruta, pasamos por Shashemene, la ciudad de los rastafaris. El rastafarismo, una religión, filosofía y cultura, surgió en la segunda década del siglo XX entre la población negra jamaicana que, entre otras cosas, preconizaba el retorno al continente africano (especialmente a Etiopía),  y el final de su esclavitud. 


Según los rastafaris, el rojo representa la sangre de los mártires, el verde la vegetación de Sión (es decir, de Etiopía), el dorado la riqueza y prosperidad venidera en África. El león simboliza tanto al continente como el emperador Haile Selassie a quien consideran la tercera reencarnación de Yahvé, su dios.

Al  final de la Segunda Guerra Mundial, Haile Selassie  donó esta gran parcela de tierra para permitir el asentamiento de seguidores del movimiento, que quisieran regresar a su patria.




Continuamos hasta Awassa, donde nos alojamos. A la entrada del hotel unos vigilantes con porras  controlan el acceso.

Awassa es la capital de la región expresamente denominada "Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur", a 1.650 m de altitud, en el Valle del Rifth y al pie del lago de su mismo nombre.


El nombre de esta región autónoma de 120.000 km2 nos da un a idea de su diversidad cultural. La población regional, mas de 18millones, representa 45 grupos étnicos de los que ninguno llega al 20 % de la población. La mayor parte de la región está en el área fronteriza del valle del Rifth, Kenia y Sudán.


Awassa es la puerta que nos llevará a conocer las tribus del sur.


Día 13 de julio –  AWASSA-CHENCHA- ARBA MINCH  (270,6 km)

Prontito, a las 8h, salimos de Avassa hacia Arba Minch y a los pocos kilómetros, nos encontramos con las casas de la tribu de los Alaba, que llaman la atención por sus vistosas decoraciones. Son de gran tamaño y en ellas se aloja una sola familia.


Los alaba son buenos labradores, cultivan especialmente el café y los hombres suelen llevar altos sombreros de paja trenzada.





Nos permiten visitar su interior que también está decorado siguiendo la estética exterior y con las estancias limitadas por dibujos geométricos.





Una parte está destinada a los animales 








Un descanso para tomar un café y bromear luciendo un sombrero alaba.




Los pájaros tejedores ( Ploceus galbula), con su llamativo pecho amarillo,  se acercan a recoger las migajas que caen cerca de nuestra mesa.




Seguimos en ruta por una carretera recientemente asfaltada por los chinos, que están invirtiendo en infraestructuras, energía, materias primas y últimamente en fábricas ya que los salarios africanos son todavía mucho más bajos que los salarios chinos. Un obrero etíope cobra 40 dólares al mes, la décima parte que uno chino y las condiciones son muy malas.  Se comenta que "Etiopía es exactamente como China hace 30 años""



En el sur se practica más el pastoreo que en el norte y conducir se hace cada vez más difícil porque continuamente grandes rebaños atraviesan la calzada. 





No es de extrañar que a los pocos kilómetros nos encontremos con una camión volcado que transportaba cocacolas.



Seguimos por la carretera y nos detenemos a comprar plátanos a la tribu de los Wolita, conocidos por el cultivo del ensete o falsa banana. 


Tan pronto paramos el coche,  los niños asoman de improvisto en la carretera y corren alborozados hacia nosotros, gritando sin cesar: farengi, farengi, you,you,you. Nos piden birr, pens, caramelos,...



La pobreza del país es evidente en los niños. Desde 1997 la escolarización es obligatoria de los 7 a los 16 años, sin embargo la escuela no es gratuita y a las tasas de escolaridad tienen que añadir los gastos de material y uniformes, siendo demasiado cara para algunas familias por lo que sólo el 13% de niños están inscritos en la educación secundaria.

Los padres utilizan a los hijos como mano de obra para realizar diferentes tareas: se envía a los chicos al campo y a cuidar los rebaños desde muy pequeños mientras que las chicas hacen las tareas domésticas más duras y cuidan de los más pequeños.

Las mutilaciones genitales femeninas siguen siendo muy comunes en Etiopía, especialmente en las tribus del sur. Según un estudio realizado en el año 2011, se estimó que más del 74% de las mujeres eran víctimas de estas prácticas.





La tribu de los wolayta habitan en las tierras altas y verdes de la región de los pueblos del sur. La unidad familiar se compone por término medio de seis a siete personas y  las chozas o tukul, levantadas en sus propias tierras de labranza,  la comparten con sus animales (cabras, ovejas, vacas,...) .

Se dedican al pastoreo y a la agricultura, destacando el cultivo del falso banano (ensete) de cuyas hojas extraen una pulpa que, una vez fermentada, sirve como base para la fabricación del "kocho", una especie de torta similar a la enyera pero con menor valor proteínico.



Durante todo el trayecto vemos largas hileras de cactus candelabros que, además de ejercer la función de  vallas, en Etiopía, se usan en medicina tradicional.


Llegamos a la ciudad de Sodo, centro administrativo de la zona wolaita donde hay edificios modernos y un tráfico local intenso.







En Sodo tomamos unos refrescos en un hotel un poco deteriorado que había estado muy bien clasificado hace algunos años.





De la calle del hotel, entre los pequeños establecimientos de vivos colores, sobresale el minarete de una mezquita desde donde el muecín llama a la oración.









Pequeños muchachos deambulan por la calle y se buscan la vida como pueden.


 A mediodía hacemos un  picnic a orillas de un río con una pequeña cascada.




Exóticas aves se acercan a refrescarse en sus aguas.




Durante el trayecto, a menudo vemos niños que salen a bailar en la carretera para ganarse unas monedas. En el sur se baila con movimientos de cintura y de  nalgas, mientras que en el norte del país se baila con los hombros.




A lo largo de la Gran Falla del Rift, que cruza el país de noreste a sureste, atravesamos el primer e impresionante lago formado en la fractura del terrero. Desde lejos, sus anaranjadas aguas parecen las arenas de un desierto. Hacemos una breve parada.







Uno poco antes de llegar a Arba Minch, dejamos la carretera principal y ascendemos por una pista de tierra a Chencha, el área montañosa de los lagos Abaya y Chamo, donde visitaremos un poblado de la tribu Dorze, célebres por sus chozas con curiosa estructura de elefante. 

Lodge de cabañas dorze
Un joven Dorze nos recibe y nos introduce en el interior del poblado, situado a 2.900 m de altura, que está cercado con unas vallas de bambú.


Los Dorze son una tribu sedentaria que se dedican al cultivo de la banana, maíz, cebada, café, miel, ... Sus casas "elefante" son más grandes de lo habitual, llegando a sobrepasar los 10 metros de altura, su armazón se realiza a base de bambú y se recubre con la hoja del falso banano.



Las chozas de los Dorze o Tukul son altas y duran muchos años pero cuando la base se va pudriendo y bajan en altura, se las dan a los niños que ya pueden formar pareja.


Los interiores son oscuros, con suelos de tierra.





Todas las familias dorze tienen al menos un telar donde elaboran el tejido "shammá" de algodón que se considera el mejor de Etiopía, las túnicas blancas "gabbi" y los "netalas", fulares de colores vivos.
El microclima de la zona, permanentemente  húmedo, desarrolla una frondosa y fértil vegetación con apretados huertos de bananos, justo al lado de las viviendas.



Los Dorze, al igual que los Wolayta también fabrican el "kocho" o pan local. Rascan el tronco del falso banano y con la pulpa fermentada que obtienen elaboran sus tortas de pan y destilan su licor "arake".  




Sacan la pulpa que han dejado fermentar, la desmenuzan y la mezclan con agua hasta hacer un engrudo, hacen la forma de una torta y la ponen al fuego en una plancha de metal.





Nos invitan a  kocho (la torta)  y  arake (el licor). Al lado unos platitos con  miel y una salsa muy picante. 



Magníficos los tejidos de algodón "shammá" de vivos colores.



La  familia se reune para mostrarnos sus bailes y sus cantos. 





Y al son de la música y los cantos nos atrevemos a imitar sus danzas. Posiblemente sea un poco turistada pero también es un momento de  fiesta, humor y alegría para todos.



Hay que menear caderas y nalgas y parece que la "farengi" no tiene mucho arte.




Con tanta  fiesta y alboroto los niños acuden sorprendidos y  se quedan embobados mirando el espectáculo. 




Uno de ellos tiene cara de muy enfadado.





La pequeña coge de la mano a Rafael y no le deja hasta que nos vamos.





Descendemos hacia la carretera general para proseguir nuestra ruta. Las vistas desde esta zona montañosa, con el lago al fondo son espectaculares.





Dos mujeres vuelven del mercado subiendo la cuesta extremadamente cargadas y se paran a saludarnos.






Llegamos a Arba Minch , la ciudad más grande del sur de Etiopía,  situada en un enclave magnífico. La ciudad  está dividida en dos distritos: Secha (la moderna ciudad) y Sikela (la parte tradicional)

Nos alojamos en el Lodge Paradise,  en un paraje natural con magníficas vistas a los lagos Chamo y Alaya, unidos por una lengua de tierra que llaman "puente del paraiso". 

Es el mejor hotel de todo el circuito y un lugar privilegiado. Las habitaciones guardan la estética africana y desde la terraza de la habitación disfrutamos de las vistas. 



Vistas al atardecer de una tarde poco despejada. 


 A partir de las 19.30h empieza a anochecer y Johanes nos propone ir a cenar a la parte antigua de Arba Minch, allí conoce un  restaurante reconocido por su buen pescado. El lugar es sencillo pero la cena  no nos decepciona, con  una exquisita sopa de pescado y una telapia deliciosa, acompañada de  verduras y hortalizas. Para beber cerveza local de Saint George, la más popular de Etiopía.


Satisfechos regresamos al hotel y nos vamos a dormir. 



Al amanecer los animales de la selva nos despiertan escandalosamente con sus mejores tonos y reemprenderemos nuestro viaje por el valle del Omo para conocer nuevas tribus, mercados y  paisajes.  

Día 14 julio – ARBA MINCH-KONSO-TURMI (282 km)

Seguimos por el sur hacia el Valle del río Omo. Esta región fue integrada a la Etiopía de Menelik II, a finales del siglo XIX, pero permaneció aislada y al margen de los acontecimientos históricos que perfilaron la evolución y constitución del país.  Su territorio acoge a más de 80 etnias y se hablan más de 200 dialectos. Son semi-nómadas y su vida gira en torno a su ganado, con una dinámica de desplazamientos difícil de desentrañar en una de las regiones más aisladas de África. Conservan rituales animistas y tienen costumbres ancestrales.

En Arba Minch termina la carretera asfaltada y continuamos por pistas de tierra. Poco a poco la vegetación va cambiando y el paisaje adquiere la forma de la sabana, grandes extensiones de hierba, maleza, arbustos y gran variedad de acacias. 




Durante el camino vemos grandes termiteros de 7 ó más metros de altura y que pueden llegar hasta cuarenta metros de profundidad. Los nidos en forma de chimenea mantienen la temperatura constante en su interior, llena de galerías y cámaras.


A menudo vemos panales de miel colgados en las ramas de los árboles. En estas regiones son grandes productores.


Cuanto más al sur, más numerosos son los rebaños. Los animales  son signos de riqueza.


Y a medida que vamos bajando,  también cambia la gente, sus costumbres, su estética y su forma de vestir. Cuanto más al sur menos ropa llevan y más les gusta decorar sus cuerpos con dibujos,  abalorios y las cosas más inverosímiles, como ya veremos. 

En el trayecto hacia Konso nos encontramos con el primer "merkato" y paramos a visitarlo.

Los merkatos son un acontecimiento social que suelen celebrarse un día a la semana. A ellos acuden diferentes tribus, ya sea para comprar o vender mercancías. Todas las aldeas están situadas a una distancia razonable del mercado, el trayecto de ida y vuelta se puede hacer a pie en un solo día.







El mercado está distribuido por las diferentes mercancías: semillas, hortalizas, ajos, ropa, calzado, animales, etc. 



Johanes me enseña unas sandalias que están hechas con caucho de neumáticos y que de pequeño él también llevaba.


Una zona está destinada a animales vacunos. Cerca venden pellejos para almacenar agua. 


Al estar poco acostumbrados a ver blancos, nos convertimos en  el centro de atención del mercado. Se nos acercan y con mucha curiosidad tocan mi pelo, mis manos, la nariz, les llama la atención como se nos transparentan las venas a nivel de la muñeca, el vello de los brazos, verse reflejados en la pantalla de las cámaras, así como mis pulseras y collares que acabo regalándoselas. 


A continuación, un pequeño vídeo mostrando las imágenes de la curiosidad que despertábamos:









Junto al mercado hay un riachuelo donde los hombres se bañan desnudos.



Algunos llevan camisetas de la selección de fútbol de Etiopía, que se popularizó cuando hicieron en los partidos de clasificación para el Mundial de fútbol.


Después de nuestro primer contacto con un merkato, que nos ha encantado por su colorido,  nos ponemos en marcha  hasta Turmi pero, antes de llegar, visitamos una población de la etnia Konso, cuyas mujeres  hemos visto ya en el mercado con faldas de vivos colores.

La etnia Konso, al contrario que las demás tribus que viven en pequeñas aldeas, lo hace en grandes poblaciones y  trabajan en grupo toda la comunidad.

Desde la carretera vemos las colinas con sus cultivos organizados en amplias terrazas de piedra, que previenen la erosión de los suelos y maximizan la retención de agua. Una tradición cultural de hace más de 400 años, adaptada a un ambiente seco y hostil, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2011. El paisaje demuestra los valores comunes, la cohesión social y los conocimientos en ingeniería de sus comunidades . 

Cultivan principalmente sorgo, base de su dieta y con el que elaboran una especie de cerveza, también maíz, girasol, legumbres, hortalizas, café, algodón, árboles frutales, recolectan miel y cada familia suele tener algo de ganado (bueyes, cabras y ovejas).

Para llegar al poblado que está situado en lo alto de una colina, ascendemos por callejuelas estrechas con murallas de escasa altura que enmarcan los complejos familiares, que constan de varias chozas de adobe y un establo.


Los complejos familiares, muy pulcros y ordenados, tienen una entrada estrecha a modo de túnel que obliga al visitante a inclinarse y  permite a los dueños decidir si se trata de un amigo o un enemigo. Todas las chozas tienen techos bajos,  coronados  por una tinaja.

Esta tribu es famosa por la cantidad de hijos que tienen, haciendo caso omiso a las campañas en fomento de los anticonceptivos.



El poblado se divide en barrios y todos tienen una cabaña pública, con la planta baja abierta,  donde se reúnen  hombres y niños. Las mujeres no pueden entrar después de la pubertad. 

Allí  charlan, discuten,  tocan música y juegan al "gabata", tradicional juego que consiste en una tabla con varias hoyos en las que desplazan piedrecitas con rápidos movimientos y complicadas reglas. Hay una pesada piedra redonda que tradicionalmente dicen que cuando un joven la levanta ya se pueden casar, aunque realmente la ceremonia de iniciación de los jóvenes tiene lugar cada 18 años, elevando una "olahita", un poste generacional. Se sabe cuantos años tiene esa comunidad multiplicando por 18 los postes. 


A un adulto no iniciado se le permite casarse pero los hijos que engendre deberán ser asfixiados con su cordón umbilical al nacer. Estas costumbres están prohibidas desde hace unos años pero los konsos no suelen obedecer fácilmente las disposiciones del gobierno.

Los hombres casados duermen muchas noches en la casa comunitaria para no mermar, con las relaciones sexuales, las fuerzas de sus mujeres que son las que realizan los trabajos más duros del hogar y las que traen el agua  que acarrean desde muy lejos y luego tienen que ascender hasta la choza. Los hombres sólo las ayudan unas pocas semanas después del nacimiento de un hijo y los niños colaboran en las tareas domésticas hasta los siete años, luego ya se van a pastorear.



Tejer es una tarea exclusiva de los hombres porque consideran que las mujeres "periódicamente impuras" pueden transmitir la impureza a los tejidos. Cuidan con esmero sus terrazas y antes de volver a sus hogares, se reúnen para tomar una especie de cerveza que ellos mismos elaboran. Veneran, la solidaridad, la amistad y la virilidad. 


Las mujeres son las que acuden masivamente a los mercados vistiendo sus llamativas faldas plegadas que llevan los colores de la bandera etíope (amarillo, verde y rojo) y un pañuelo en la cabeza.


El territorio konso es algo así como la frontera con el valle del Omo. Durante el camino vemos muchos árboles cargado de nidos de pájaros.





Continuando el trayecto hasta Turmi,  vemos desde la carretera un mercado  de las tribus Tsemay y Banna y nos acercamos a conocerlo. Son dos tribus con características muy similares, les unen costumbres, estilos de vida y relaciones comerciales. Como casi todas las gentes que habitan en el curso del río Omo, se dedican principalemente al pastoreo de cabras y ovejas, realizando grandes desplazamientos en busca de buenos pastos. Esta vida de nómada hace que sus casas sean de una estructura muy sencilla, confeccionada con hierbas y esteras, y  alejadas de las pistas y carreteras, por lo que su contacto se establece principalmente durante el día de mercado. 

También tienen se dedican algo a  la agricultura, cultivan sorgo, sésamo y maíz. Uno de sus mayores tesoros es la miel silvestre, que les sirve como objeto de cambio en el mercado o en la carretera.


La población está formada por 35000 individuos, que se reparten entre los ríos Omo y Woito. Forman la misma familia que los Hamer (que conoceremos más adelante), con los que comparten lengua y con los que pueden casarse libremente.


Su sociedad se basa en un sistema de edades, en la cima están los más ancianos, controlados por un Bitta o dirigente ritual. Mientras las mujeres ocupan un lugar subordinado a ellos independientemente de su estado civil.


Al igual que los Hamer, realizan una ceremonia denominada "el salto del toro", que más adelante explicaré, con algunas variaciones para iniciar a los jóvenes varones en la edad adulta.



Hablan el suri y varios dialectos, como el tirma y el chai. 


Para entrar en el mercado vienen a recibirnos unos jóvenes Tsemays que nos piden un peaje, nos acompañan y nos permiten fotografiar sin problemas. Llevan los típicos y pequeños asientos de madera, con una correa para el transporte, que también les sirve de almohada y nunca se separan de ellos. 


Está atardeciendo y más que un mercado parece una fiesta. En medio de un gran alboroto, los hombres toman su bebida alcohólica parecida a la cerveza, que ellos mismos elaboran a base de sorgo fermentado, en cuencos de calabaza que también les sirve de sombrero para protegerse del sol. Las mujeres charlan, intercambian sus mercancías y cuidan a los niños.






Los matrimonios de estas tribus son decididos por los padres de la mujer, que deciden quien se casará con su hija. El hombre debe pagar una dote que consiste en ganado, miel, cereales y café. 

Cuando llegamos al lodge está cayendo el sol. Damos un pequeño paseo por los alrededores y disfrutamos de la naturaleza de la sabana. Nos encantan los adenium en flor, también denominado rosa del desierto, cuya savia, que es altamente tóxica, algunas tribus aplican en sus flechas para cazar.



Al ser una zona muy aislada carece de electricidad y el hotel dispone de un generador que a partir de las 19h de la tarde deja de funcionar hasta las 6.30 del día siguiente. 

Cenamos y como el cansancio se empieza a notar después de un día largo, en el que hemos recorrido muchos  kilómetros, nos vamos a descansar.


Día 15 julio- OMORATE-TURMI 


A primera hora de la mañana nos dirigimos hacia la frontera de Kenia (155Km) , donde visitaremos varias tribus. El camino discurre por una pista junto a la nueva carretera que está en construcción. Vemos rebaños de vacas y cabras  cada vez más numerosos, ya que la mayor parte de las etnias son pueblos de pastores y el ganado es el elemento central de la economía y de la visión del mundo. Pero las condiciones medioambientales hostiles, con grandes sequías y la mosca tsétsé, han menguado sus reservas y para sobrevivir han tenido que recurrir a la agricultura especialmente del cultivo del sorbo y a la pesca,  hace unos años considerada impura .

Los animales son la riqueza de las tribus. Sólo sacrifican animales en las ceremonias por ritos importantes, generalmente cabras u ovejas, para consumo de la familia e invitados. La principal fuente de proteínas para su alimentación es la leche mezclada con la sangre que hacen manar de las yugulares con afiladas flechas y que luego taponan la herida con hierbas y excremento.


Llegamos a  Omorate,  un pueblo grande y  allí cruzamos el río Omo para visitar un poblado de la tribu Dassanetch, situado en la otra orilla y muy cercana al lago Tarkana . 


Nos encontramos en los límites de la frontera de Kenya por lo que tenemos que pasar un control policial y dejar nuestros pasaportes. Un guía local nos acompaña hasta el poblado.



 Cruzamos el río con una canoa  o "kadech" construida con el tronco de una árbol hueco que filtra el agua,  quedando un poso en el fondo de la canoa y, como para sentarse hay que mantener el equilibrio, hacemos malabarismos para no mojarnos. Algunos jóvenes lo cruzan nadando, a pesar de que algunos kilómetros más arriba hay cocodrilos.


Los Dassanetch son una tribu nómada con alrededor de  25.000 individuos y, aunque  se consideran un pueblo ganadero, aprovechan la época de las lluvias para dedicarse a la agricultura en los márgenes del río Omo.  Son también excelentes pescadores de cocodrilos. 

En estas tribus, organizadas por clanes, la autoridad recae sobre un grupo de 30 ancianos denominados  "ara" (toros). Nada más bajar de la canoa entramos en contacto con dos de ellos, sentados plácidamente en  sus pequeños asientos de madera o "borkotos" que nunca abandonan. Llevan unas plaquitas encajadas en la barbilla.





Unas niñas  se acercan a nosotros y nos piden que les fotografiemos a cambio de 5 birr (0,19€). A pesar de que somos los únicos visitantes se nota que el turismo, aunque escaso, ha llegado hasta aquí. 
Les encantan los abalorios y es graciosos ver sus tocados confeccionados con chapas de refrescos, conchas, ... Algunas llevan cuencos de calabaza para protegerse del sol que también utilizan como cuencos para beber. 

La religión tradicional es de base animista y encierra todo un mundo de simbologías y ritos.  Los jóvenes de ambos sexos siguen pasando por la ceremonia de la circuncisión, a pesar de que cada día son más las mujeres Dassanetch que se oponen a la mutilación sexual de las niñas pero una antigua costumbre margina a las que no lo hacen que sufren un rechazo social y no se pueden casarse ni tener hijos. Las dos ceremonias colectivas más importantes en esta etnia son: la circuncisión y el dimi.


Hombres y mujeres llevan el torso desnudo y faldas de tela o piel en la cintura, que indican en tanto  el estatus social como civil y la edad de las mujeres. 








El poblado está situado en un lugar bastante inhóspito y desértico, castigado por los rigores climáticos y cercado con ramas y troncos. Para llegar a él tenemos que andar un poquito.



 Las viviendas las construyen con estructuras de ramas que recubren del abundante papiro existente en el delta, de cuero o con chapas de metal, y que pueden montar y desmontar para facilitar su traslado. 








Son polígamos, como muchas de las culturas primitivas. Las mujeres casadas son las únicas que pueden usar faldas de cuero.






Uno de los detalles que más llama la atención en los Dassanetch son sus increíbles peinados masculinos que marcan el ascenso en el sistema de edad. Desde el rasurado completo con un casquete de pelo de los niños, hasta los sofisticados peinados con tierra que señalan la edad adulta y el reconocimiento social. Los más refinados son aquellos que, tras rasurar determinadas partes del cuero cabelludo, dejan los cortos cabellos de la parte central apelmazados con tierra,  que normalmente tiñen con colorantes ( ocre o blanco). El casquete así formado se aplana y se insertan en el diminutos cilindros de madera o hueso que servirán de soporte para llamativas plumas de avestruz. 

Llegamos al poblado en el momento en que están realizando una ceremonia. Es un acuerdo entre las familias de dos jóvenes casaderos y para celebrarlo han sacrificado una cabra  que consumirán los hombres pertenecientes a ambas familias.

Durante la comida se discutirá la dote que tendrá que entregar la familia del joven a la familia de ella.

Están tan concentrados en la ceremonia que apenas se dan cuenta de que les estamos fotografiando.

Durante la ceremonia un jóven con un cuchillo se encarga de abrir los intestinos del animal y estudiarlos para predecir el futuro de la pareja.





Es una ceremonia sólo para hombres.





Antes de sentarse a comer los hombres se embadurnan las piernas con excrementos de las vacas. Siempre sin soltar sus asientos de madera "borkotos"que también utilizan como almohada y para proteger sus preciosos peinados.





Extienden unas ramas verdes que utilizarán como mantel y comen la carne casi cruda.





 Abandonamos el poblado y cruzamos de nuevo el río Omo. En Omorate recogemos los pasaportes y tomamos unos refrescos cerca de un gran cartel de prevención de sida. 


Regresamos al hotel en Turmi, un lodge en medio de la sabana.




Aquí comeremos y por la tarde visitaremos un poblado de la tribu de Hamer. 

Día 15 julio- TURMI (TRIBU HAMER)

Después de comer nos acercamos a  visitar un poblado de la tribu Hamer  que a pesar de estár situado a unos 30 km del hotel, debido al estado del terrero, el trayecto en coche dura aproximadamente una hora.

Los Hamer viven al norte del lago Turkana y forman uno de los grupos étnicos más numerosos de la región (aproximadamente 15.000 individuos). La historia y el mito remiten a los hamer a un pasado glorioso. Según la tradición oral, fueron ellos los que encendieron el primer fuego y dieron luz a la humanidad. 

Comparten muchas costumbres con otras etnias, como los dassanetch y su actividad está también basada en la agricultura (sorgo, sésamo, alubias) y el pastoreo (vacas, cabras y ovejas).

Como es habitual, recogemos al guía local que nos introduce en uno de los poblados. El sol cae con fuerza, la tarde es seca y calurosa y no son las mejores horas para fotografiar. 


El poblado está en un recinto vallado con ramas y troncos para limitar la entrada a los animales salvajes.  Cada familia posee una cabaña y un corral para el ganado.


Todo está muy limpio. Se nota que el consumismo no ha llegado a estas regiones, no se ve ni un  plástico,  papeles o la basura típica de otros países. Las raíces de pueblos pastores, y por lo tanto nómadas, no ha dado lugar al desarrollo de una cultura material. Una consecuencia de los continuos desplazamientos es la posesión de pocas y ligeras pertenencias, sólo las imprescindibles para cubrir las mínimas funciones.


Al penetrar en cualquier choza sorprende su nítida desnudez.  A un sencillo fogón con un tosco recipiente de barro vienen a reunirse calabazas de distintas formas y tamaños, pieles de cabras o bovino, algunos cestos y rudimentarios utensilios.


En el poblado encontramos mujeres y niños, los hombres están fuera, en sus labores del pastoreo. 



En las tribus, la estética de cada individuo refleja su estatus social: cazadores, guerreros, mujeres solteras, casadas,  etc. 

En las mujeres las faldas de piel y los collares delatan su estado civil. Las solteras llevan montones de abalorios, los ornamentos de colores más vistosos y adornan su cabeza  con una cinta  ligeramente inclinada sobre su frente.


Junto a los abalorios sobresalen los  cintos y  banderolas recubiertas de conchas de caurí. Llevan también muchos brazaletes. 



Las mujeres casadas llevan faldas de piel de cabra con adornos que resaltan sobre el tono marrón de la piel. Sólidas gargantillas metálicas, abrazan sus cuellos; generalmente son dos y no se las podrán quitar nunca.  


Los hamer son polígamos. Las mujeres casadas que además de las dos gargantillas llevan otra más con una protuberancia pronunciada en la parte delantera, son las mujeres principales y su estatus social es muy respetado, tienen el privilegio de llevar el peso de la familia, la economía, la educación y participan en la toma de las decisiones importantes.





Los elaborados peinados de las mujeresde gran consistencia,  es otra de las cosas que  caracterizan a esta tribu.  Los realizan mezclando barro de color ocre y rojizo y grasas animales. 

Justo en la entrada del poblado vemos como dos mujeres se confeccionan el peinado.




Con la ayuda de un cuchillo van cortando las puntas de un peinado recién hecho.




Llama la atención que casi todas las mujeres llevan la espalda llena de cicatrices, señales de la fustigación del rito vinculado al  “Ukulí Kulá” (Salto de la vaca).






En la cultura de los Hamer el “Ukulí Kulá” o “salto de la vaca” es uno de los eventos más importantes de su vida: consiste en la celebración del paso de la niñez a la fase adulta, en la que el varón se convierte en guerrero y adquiere el derecho a casarse y formar su propia estirpe después de pasar un periodo de adaptación. Para ello, los jóvenes desnudos deben saltar al menos 4 veces una hilera de 10 vacas ante la mirada expectante de toda la comunidad, saltando sobre la primera y corriendo sobre el resto ; al llegar al final debe dar la vuelta y realizar el camino en sentido contrario. Si el iniciado se cae se considera un símbolo de mala suerte. Mientras tanto las jóvenes casaderas se dirigen a los hombres para provocarlos y pedirles que las azoten, como manera de demostrar su valor y fortaleza física, siendo así merecedoras del amor del joven hamer. Para ello en ocasiones los hombres utilizan finas varas largas y flexibles, hasta hacerles heridas  que dejan en sus espaldas grandes cicatrices y cuantas más  tenga, a causa de este rito, más respetada será.
Durante nuestra estancia en Turmi, nos avisan de que se va a celebrar uno de estos ritos pero para llegar al lugar tenemos que andar más de dos horas por medio de la sabana puesto que con el coche no se puede llegar. No nos vemos capaces porque además hace mucho calor y quedamos con pena. 

Jóvenes y niños vienen a despedirnos. Se han ganado unos cuantos birrs en la negociación de las fotografías, que como en todas estas tribus es habitual y llega a ser un poco agobiante, claro que están en su derecho porque los turistas también somos  muy pesados.


Al no poder asistir al rito del "salto del toro" , nos ofrecen visitar el Mercado de Dimeka, un mercado popular y colorido al que asiste gente de los poblados hammer, karo, ari y banna. Tiene lugar los martes y sábados y allí podemos contemplar el intercambio más antiguo del mundo, el trueque.


En el mercado de Dimeka vienen a comerciar fundamentalmente los Hamer, que ocupan más espacio que las mercancías que exponen. Podemos pasear y observar tranquilamente todo el desarrollo de  la actividad de compra o el intercambio de mercanciás: frutos, miel, mantequilla, sorbo, café, telas, mantas, utensilios,... 




A las mujeres hamer del mercado no les gusta que les  fotografiemos y se enfadan cuando lo hacemos.


El mercado se extiende por buena parte del pueblo y está organizado por mercancías que se extienden en el suelo.

La niña de blanco es de la tribu ari
Hay que destacar la presencia de las vasijas de barro de los bashada, muy apreciadas y de calidad superior a las que realizan otros grupos. 



En una zona se colocan las vendedoras de tef, con cuyo grano se elabora la "injera" o el pan de Etiopía.  La semilla de tef es la más pequeña de entre todos los cereales y sin embargo, es muy nutritiva y energizante. Gracias a que este cereal se puede cultivar en terrenos con poca agua, muchos pueblos de África han sobrevivido. Sus granos o semillas son muy pequeñas, lo cual favorece el ser transportados y sembrados en otros territorios por pueblos seminómadas.


Una mujer nos permite fotografiarnos con su mercancía,  el barro rojo con el los hamer se untan el pelo y la piel. Por la protuberancia del collar vemos que se trata de una primera mujer.

Paradas con alegres abalorios, estatuillas, calabazas y  sólidos recipientes de madera para la leche profusamente decorados




 Las mujeres muestran las marcas causadas durante sus ritos.

Las jóvenes hamer en el mercado cubren su torso con camisetas, sin dejar de lado sus vistosos abalorios cumplimentados con llaves, plumas, ..... 


Entorno al  mercado hay unos puestos de venta.



Los niños juegan con las cosas más cotidianas. Aquí la tecnología no ha llegado para ellos y  el tipo de vida es muy distinto a la de los nuestros. 


El bar de un hotel local donde nos detenemos a tomar un refresco. 

De regreso al lodge,  Johanes nos relata algunos aspectos de la cultura de estas tribus, que mantienen formes de vida y costumbres ancestrales. Una terrible práctica que se intenta erradicar es la de los niños MINGUI, denominado así a los niños nacidos en las tribus hamer y benna, entre otras, y que les empiezan a salir  los dientes por el maxilar inferior antes que por el superior. Para estas tribus, es un presagio de mala fortuna, no habrá lluvias, ni pastos y la tribu vivirá con mala suerte. Los pequeños deben ser arrojados desde lo alto de una montaña por sus propios padres. La mayoría, mueren, pero inexplicablemente, alguno se salva. Otras razones que consideran Mingui son: Si el niño nace de un matrimonio ilegítimo , si nacen gemelos o si el niño nace sin que la madre haya cumplido la obligación de no mantener relaciones sexuales hasta después de cumplidos tres meses del nacimiento de un bebe, en este caso la obligarán a abortar y para ello las mujeres mayores se suben en la barriga de la embarazada y empiezan a saltar como si estuvieran en el campo. 
Un niño mingui se salvó después de que sus padres le tiraron por un barranco y lo encontraran otra tribu que iban a recoger leña, le llevaron a Gimka, una población cercana en adopción y estudio en la Escuela Técnica. Actualmente es el jefe de la organización de la zona que lucha contra estas costumbres tradicionales y con la colaboración de la Fundación Omo Child han conseguido rescatar y salvar hasta ahora 42 niños.  Aunque el Gobierno etíope prohibe esta práctica, sólo los Karo han abandonado esta tradición.
Un verdadero shock cultural, a poca distancia de nuestra vieja Europa.

Impactados por el conocimiento de estas costumbres, llegamos al Lodge Buska Turmi.


Unos jóvenes hamer están drenando agua del río que está muy seco, para poner en funcionamiento el generador que dispensará electricidad al lodge, puesto que hasta esta zona no llega el tendido eléctrico. Ello hace que el suministro, en todo el recinto, esté interrumpido de las 22.30 h, hasta las 6h   del día siguiente. 

Cenamos y nos vamos a dormir. Mañana visitaremos a la tribu de los Mursi, los más innacesibles entre las tribus que hemos visitado. Dicen que tenemos que llegar antes de las 11h que es cuando regresan los hombres del pastoreo y al llegar bebidos pueden llegar a ser agresivos.    

Día 16 julio- TURMI - PARQUE NACIONAL MAGO(TRIBU MURSI) -JINKA-TURMI (350 KM)

Salimos del hotel a las 7.30h en dirección al Parque Nacional Mago para visitar la tribu más famosa del Valle del Omo, los Mursi, cuyas mujeres usan grandes platos de barro insertadas en el labio inferior y en las orejas, como símbolo de valor y belleza. Aconsejan llegar al poblado antes de las 11h de la mañana.

Seguimos por una pista sin asfaltar. El paisaje verde y frondoso contrasta con el rojo de la tierra. Animales y pequeños poblados se esconden tras la espesa vegetación.





Es una zona con mucha caza y durante la ruta, nos cruzamos con animales y una gran variedad de aves. Los árboles están cargados de nidos. 



Las armas para cazar o para luchar han existido en África desde los tiempos más remotos pero, desde hace unos años, estos pueblos además de las lanzas, flechas y cuchillos, que siempre han utilizado, usan armas automáticas para defenderse de los animales salvajes o de los enfrentamientos con otras tribus.  Es frecuente verlos por los caminos cargados con los Kalashnikov que compran en la frontera de Kenia,  así como la munición. Los hombres consideran las armas como parte de su propio cuerpo.



La visita los Mursi se recomienda hacerla antes de las 11h de la mañana. Parece ser que los jóvenes Mursi cuando vuelven a mediodía del pastoreo, beben alcohol (que ellos mismos elaboran) y terminan por tener un comportamiento algo agresivo. 

Por motivos de seguridad, para visitar la zona es obligatorio  el acompañamiento de un escolta y cuando llegamos,  en la entrada del parque, un soldado armado nos espera y nos lleva hasta el poblado.


Nuestra llegada es inesperada, los mursi no esperan ninguna visita. Nos comenta el guía que debido a que los chinos están construyendo una azucarera y ven pasar muchos camiones cerca de su territorio, están en estado de alerta y se sienten amenazados. Esto unido a que últimamente no llegan turistas, creen puede ser causa de guerra.


Cuando llegamos al poblado, las mujeres vienen a nosotros para iniciar el mercadeo fotográfico (una foto= 5 birrs) que resulta bastante desagradable. Se colocan en fila y tenemos que señalar a la que queremos fotografiar. A veces se pelean entre si porque quieren ser elegidas y  no dan opción a imprevistos,  todas las tomas son posados que pierden toda la espontaneidad. Nos resulta imposible hacer una sola foto robada. También todas a la vez, nos ofrecen platos labiales como recuerdo  y es difícil decidir porque la presión  que ejercen sobre nosotros es tensa y agobiante hasta que nos despedimos y los jóvenes nos acompañan hasta el coche, entonces la relación se relaja. Les regalamos cuchillas de afeitar que valoran mucho y utilizan en sus afeitados y escarificaciones.  

Utilizarán los birrs  para comprar armamento en la frontera de Kenia.






La población Mursi (alrededor de 4.000 individuos) ha decrecido en las últimas décadas debido a violentos enfrentamientos con otros grupos étnicos, agravada por el uso de las armas automáticas.

Son pastores seminómadas que se mueven de acuerdo a las estaciones y sus rebaños de vacas son su riqueza principal,  que complementan con el cultivo del sorbo, el maíz y la apicultura practicada en zonas donde la mosca tse-tse no permite la cría de ganado. Son expertos en atravesar sus animales por el caudaloso y peligroso Omo, a parte de ser excelentes cazadores.


El clan posee una estructura política igualitaria en el que el  grupo de edad mayor es quien ejerce el poder y sólo existen los "jefes de rituales".

El rasgo distintivo de los Mursi son los platos labiales y lobulares de las mujeres. Se trata de un adorno corporal que tiene su importancia en el momento del matrimonio: cuanto más grande es el platillo de la novia, más grande es la dote que la familia puede pedir  y que  generalmente, consiste en cabezas de ganado.


Una pequeña incisión perfora tanto en labio inferior como los lóbulos de las orejas de la joven Mursi, como parte de los ritos de iniciación. En la incisión insertan un pequeño disco de madera o cerámica,  que irán renovando por otros de mayor tamaño, hasta alcanzar increíbles proporciones. Estos platos son un símbolo de status, belleza y elegancia y sólo las mujeres que pertenecen a una casta superior tienen derecho a llevarlos.


Las escarificaciones  (cicatrices) tienen un valor estético, las masculinas son prueba de fuerza y virilidad y las femeninas son consideradas un elemento de belleza con finalidad erótica. En algunos casos se utilizan cenizas vegetales para que el diseño de las cicatrices quede en relieve.


Apenas si llevan ropa y muchas se adornan todo su cuerpo, de pies a cabeza, con los más diversos trazados geométricos realizados con tiza blanca u otros tintes naturales obtenidos de la tierra, como un motivo puramente estético.


Para que los hombres sean reconocidos "guerreros" tienen que mostrar un gran número de escarificaciones como marca de valor. 



Los hombres solteros, hacen una exhibición de agilidad mediante la lucha con bastones “Donga”. Son duelos que se establecen entre jóvenes solteros de distintos segmentos territoriales que, a una determinada edad, se enfrentan con largos bastones de madera, donga, cuya parte final tiene forma fálica . En la lucha protegen sus partes más vulnerables con toscas telas de algodón . La ceremonia tiene lugar todos los años tras las cosechas (noviembre-enero), y la celebran todos los grupos como un paso más de sus jóvenes en su ascenso social. La lucha tiene un valor simbólico y se deben eliminar al contrincante sin producirle la muerte; ello ensalzan el prestigio del joven ante el grupo y sobretodo ante las jóvenes solteras. El sólo hecho de participar en el duelo, se gane o no, es motivo de reconocimiento al valor del joven y de que está preparado para el matrimonio.



Volvemos para Turmi.


En el camino de regreso paramos en Jinka, una pequeña población con grandes plantaciones de maíz y donde se concentran varias tribus para trabajar la caña de azúcar.


La calle principal de Jinka es la pista de aterrizaje de un aeropuerto donde, de tarde en tarde, llegan pequeños aviones. Aquí no hay ni torre de control, ni nada que se le parezca y es el lugar más concurrido de la ciudad, los jóvenes lo utilizan como campo de fútbol y en algunas temporadas hasta  pastan las vacas. Un lugar descuidado y sucio.


En un pequeño establecimiento local pedimos unos refrescos y hacemos un picnic.


Una mujer está cocinando una injera.




Miembros de las tribus Karo y Hammer, regresan a sus viviendas cargando agua mercancías, animales… Las pieles del ganado cubren sus cuerpos y verlos como van vestidos es todo un espectáculo.





Ya en el lodge, un relax y un paseo por un sendero de los alrededores.








Al final del día, África exhibe la belleza majestuosa y triste de sus atardeceres.



Día 17 julio- TURMI -ARBA MINCH (LAGO CHAMO) (280 KM)



Desde Turmi iniciamos nuestro retroceso del Sur de Etiopía.  En los caminos vemos pasar los últimos hamer,  las terrazas de  los konso, los mercados, los rebaños numerosos, .... hasta llegar a Arba Minch, donde tenemos programada una excursión por el lago Chamo, para ver la fauna del lugar. 


Por la carretera los niños nos saludan, nos piden agua y les vamos dando las botellas que llevamos.











Llevan botellas con un líquido marrón y consistente. Johanes nos explica que son de sorbo, cebada y maíz y  que sirve para alimentarse en sus desplazamientos.






Atravesamos  las terrazas de cultivo de la tribu konzo. Sus mujeres regresan del mercado con pesadas cargas.








Junto al mercado, en pequeños chiringuitos, los hombres konso beben una especie de aguardiente en recipientes de calabaza.



Seguimos atravesando poblados.











Tenemos una avería en el coche, se quema un manguito. Afortunadamente estamos cerca del hotel y  nos recoge otro coche que va en esa dirección. Mientras Vendete, nuestro conductor,  va buscar ayuda al pueblo cercano.




Regresamos al hotel/lodge de las impresionantes vistas sobre la llanura del Parque Nacional de Nechisar y los lagos  Chamo y  Abaya, en pleno valle de Rift. Una lengua de tierra cubierta de vegetación, llamada "Puente del Paraíso" , separa ambos lagos.



Los vigilantes controlan el acceso al recinto de monos y otros animales.





¡Y qué bien sienta un buen almuerzo rodeado de tan magníficas vistas y un buen café!




Ceremonia del café
Camino de la habitación nos llevamos una sorpresa, una familia de facóceros pasea por el recinto . 


Por la tarde nos recogen para hacer un paseo en barca por el lago Chamo. Vemos cocodrilos, hipopótamos y varios tipos de aves acuáticas, en un marco inmejorable.



Entre juncos y altas hierbas que crecen junto al agua, embarcamos por  una pasarela destartalada de madera. 




Multitud de pájaros revolotean entre los árboles y grupos de pelícanos blancos, garzas, cigüeñas, ibis, búceros, tántalos ,  águilas pescadoras ... sondean las aguas en busca de alimentación.





Hermoso momento en el que los pelícanos alcanzan su vuelo en forma de "V". Esta forma de volar les permite aprovechar zonas de viento, con ahorro de energía .


Un garza imperial agita sus alas.








De repente, unos ojos y unas narices asoman sobre el agua. Los hipopótamos emergen de las cristalinas aguas del Chamo para pastar en las orillas cubiertas de hierba.









El lago Chamo es también  refugio de miles de cocodrilos del Nilo.  Verlos tan cerca, agrupados en una de las bahías rodeada de juncos, es impresionante. 

Cocodrilo del Nilo



Y sorprende como pelícanos, tántalos y demás aves se pasean a su  lado  de forma indiferente. 





Fieros, imponentes y enormes. Algunos puede llegar a medir más de siete metros.




Cae la tarde y la luz  impregna el paisaje con una tersa luminosidad dorada.










Los pescadores de las etnias de los Ganjule y de los Guji,  navegan por las aguas del lago en unas sencillas barcas confeccionadas con troncos.












En las orillas de los lagos Abaya y Chamo, se localizan los poblados y la agricultura de los Ganjule y Guji , que aún conservan las antiguas tradiciones en la caza de hipopótamos. 




Unos peces gato recién capturados.








Día 18 julio- -ARBA MINCH -AWASA (SENKELE) -240 Km

Dejamos atrás el lago Chamo, siempre en viaje hacia el norte, en dirección Awassa, visitando por el camino el Santuario de flora y fauna de Senkele.


Se trata de un parque con una extensión de 58 km2, que se creó para proteger a la mayor concentración de antílopes de Swayne del país, una de las especies etíopes en peligro de extinción, cuyo número se vio reducido considerablemente durante la guerra civil y de la que, en la actualidad, no quedan más de 800 ejemplares.

En esta zona habitan doce especies de animales, entre ellas: kudús, facóceros, hienas, gatos civet, linces, caraca, chacales y el antílope de oribi, así como 90 especies de aves.

Acompañados por el guía local, entramos en coche por unos senderos y no tardamos mucho en ver una manada de antílopes.  Vendeta, detiene el vehículo y la manada se queda quieta. Vuelven la mirada hacia nosotros con desconfianza y al bajar del coche se alejan.




 Un magnífico ejemplar macho, se situa a pocos metros de nosotros. Su mirada es intensa pero temerosa. Controla nuestros movimientos y permite que nos acerquemos lo justo. 




Una foto de recuerdo con Vendeta  y Johanes,  excelentes compañeros de viaje. Vendeta un impecable conductor, sin muestra alguna de fatiga durante  todo el  largo recorrido, lástima que no habla español y Johanes (con el sombrero de la etnia Alaba), un perfecto guía, siempre amable, muy pendiente de nosotros y gran conocedor de su país.




Reanudamos nuestro viaje hacia Awasa. Las largas distancias no se hacen pesadas porque hay mucha vida en los caminos.






















Durante el trayecto compramos mangos y plátanos pequeños y sabrosos.






Y después de varias horas en ruta, llegamos a Awassa, la capital de la Región de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur.



 Antes de instalarnos en el hotel, vamos al lago Awassa, en cuyas orillas, cerca de la ciudad, han construído un dique para contener el nivel del agua y hoy es un bonito sitio para pasear, de hecho lo llaman "el paseo del amor".

Pasear y pescar son aquí los dos pasatiempos favoritos. 


Un lugar con mucho ambiente,  agradables rincones y algunos chiringuitos. 






En las aguas del lago hay una gran variedad de peces.  Los pescadores, cerca de la orilla, pescan con unas barquitas construídas con los juncos que abundan en el lugar.



Vemos también muchas especies de aves y las ramas de los árboles llenas de marabúes. 








Por la noche vamos a cenar los cuatro, a un restaurante con bailes populares. 



Brindamos por el viaje, ya sólo nos queda un día en este país de grandes constrastes. Mañana partiremos hacia Addis Abeba pero antes visitaremos el mercado de pescado del lago Awassa.



Día 18 julio- AWASSA (MERCADO  DEL PESCADO) - ADDIS ABEBA (275 km)

A primera hora de la mañana, y antes de continuar nuestra ruta hacia Addis Abeba, visitamos el Mercado del Pescado del lago AwassaUn mercado colorido y muy animado. 



Los pescadores de la zona llegan con sus capturas, después de trabajar toda la noche en la pesca de peces gato y percas del Nilo.





La gente se arremolina  en torno a las  barcas que van dejando varadas  en la orilla.






Con gran habilidad limpian el pescado que la gente compra, para luego vender en los mercados de los pueblos cercanos. Mientras, un buen número de marabús y pelícanos deambulan la zona en espera de los restos que son desechados.





Aquí también se puede consumir pescado crudo o cocinado, según el gusto, y acompañarlo con una salsa picante y panecillos que venden las mujeres. 

A orillas del lago, los pescadores recogen sus redes.


Un buen ejemplar de pez gato recién capturado.






Marabúes y  pelícanos blancos esperando zampar algo.


Los monos también merodean en busca de comida.


A las 9.20 dejamos atrás el lago Awassa y salimos hacia Addis, a 260 km. Volvemos a pasar por la zona de rastafaris y por la tierra de los oromo (los que llevan la gorra y el bastón).

La carretera está muy buenas condiciones. Dice Johanes que la hizo, hace 12 años, Dragados y Construcciones (entre italianos y españoles) y aún se mantiene bien, mientras que las que hacen los chinos, están ya llenas de baches.




Cerca ya de Addis pasamos  por el lago  Shala, el más profundo de Etiopía, que además es salado. Hacemos una breve parada y nos acercamos hasta sus orillas, donde está pastando el ganado. 


No sabemos cómo, pero enseguida nos encontramos rodeados de niños que quieren acompañarnos.



El pequeño no me suelta de la mano y le dice a Johanes que le gustan las "farengis" (extranjeras) porque todas son millonarias.



 Como en un portal de Belén, unos bueyes de largos cuernos en forma de arco, reposan en la orilla. 




Reanudamos nuestra ruta. El tráfico es cada vez más denso y tardamos varias horas en llegar a Addis Abeba, de trazado caótico y ambiente bullicioso. Ha llovido y el tiempo sigue fresco y nublado.

 Damos un tranquilo paseo por las calles adyacentes al hotel ante las miradas curiosas de la gente. 

Hay varias carnicerías musulmanas abiertas, con los corderos colgados de un gancho.


La máquina de coser en la calle, anuncia el negocio de un sastre.


Un pinzón candela de pico rojo, pasea por la calzada.


Como el hotel está situado en el barrio donde Johanes tiene su casa, nos ha invitado a conocer a su familia. Su vivienda es una vieja construcción de la época de los italianos, que resiste el paso del tiempo. En ella vivió su madre, una enfermera que quedó viuda con tres hijos cuando el padre de Johanes falleció en la guerra de Somalia a finales 77, bajo el régimen comunista de Megistu y él, como tantos otros huérfanos de la guerra,   gracias al hermanamiento de su gobierno con la dictadura castrista, pudo tener una beca y estudiar ingeniería naval en Cuba, regresando a su país una década después con un título bajo el brazo y el apodo de "el cubano" que le sigue acompañando. Pero las cosas se torcieron cuando en 1993, tras una nueva guerra, Eritrea se independiza y deja a Etiopía sin mar. La empresa donde trabajaba quebró y las perspectivas de encontrar un empleo en una país sin puertos dejaron de existir. Desde entonces, Johanes, con mujer y dos hijos, se gana la vida como puede haciendo de guía con el poco turismo que va llegando al país, en la construcción o en lo que puede. 

La familia de Johanes es encantadora. Su mujer nos ha preparado una injera, acompañada con diferentes salsas e ingredientes, que resulta la mejor de todo el circuito. Como debe comerse con la mano, previamente, los hijos nos ofrecen una palangana con agua y una toalla.



En una hogar etíope no puede faltar la ceremonia del café,  que los etíopes practican hasta tres veces al día y que constituye una parte esencial de la tradicional hospitalidad etíope. La mujer es la encargada de preparar todo el rito que lo acompaña: previamente ha decorado la casa y alfombrado el suelo con hierbas. Ella misma tuesta el café , lo muele y lo deja hervir lentamente al carbón, en un vasija de cerámica negra o "jabena" mientras va quemando incienso.  Se toma dulce y se sirve en unas pequeñas tazas de porcelana, tres veces seguidas y,  en la última, la anfitriona bendice a los invitados.
La mujer de Johanes trabaja en una pequeña cafetería y además está preparándose para formar una cooperativa de pollos con otras mujeres,  una iniciativa del actual gobierno para reducir la pobreza y fomentar la igualdad. El principal reto es la erradicación de la mutilación genital femenina y otros tipos de violencia contra la mujer.

Ambos hijos están estudiando. La hermana de Johanes tuvo la suerte de poder establecerse en  Estados Unidos y les ayuda en los malas épocas.


Abajo, Johanes con su mujer, sus dos hijos (el pequeño no se separa de su padre)  y unos sobrinos.


Por la noche,  la agencia  nos invita a una cena de despedida con espectáculo de danzas tradicionales de Etiopía.  El menú es una vez más el típico plato nacional, la enyera,  y para acompañar un bufet con diferentes platos. Los camareros pasan con unas jarras de agua caliente y jabón para proceder al lavado de las manos. 

Johanes es buen conocedor de los bailes de su país y no duda en demostrarlo cuando una de las bailarinas le invitar a salir.

Regresamos al hotel para descansar unas horas y de madrugada nos recogen para acompañarnos al aeropuerto.  Con la tristeza de las despedidas, dejamos a  Johanes y Vendeta, después de haber compartido juntos tantos días y experiencias y pensando en la improbabilidad  de volvernos a encontrar, también en la dificultad de nuestros amigos para salir adelante en su país.

El avión se eleva mientras llegan a nuestra memoria imágenes y vivencias de estos días. Interesante el viaje por el norte, con sus paisajes, sus iglesias y su gente humilde y profundamente creyente. Excitante el viaje por el sur,  visitando poblados de costumbres ancestrales y enfrentando nuestros sentimientos a una gran contradicción: el deseo de respetar la cultura  y la vida libre de todos estos pueblos y la congoja ante la visión de la miseria y muchos aspectos de la vida de esta gente, especialmente de sus mujeres y de sus niños. 

Sin intención de idealizar Etiopía, porque la realidad del país es muy distinta a nuestras vivencias de turistas, y sin obviar que es uno de los países más pobres del mundo,  el viaje nos ha dado mucho, hemos descubierto formas de vida tan diferentes a la nuestra, en un continente tan cercano a Europa, que casi nos parece de ciencia ficción. 

Etiopía quedará por siempre prendida en nuestro corazón y en nuestro recuerdo. Conocer otras culturas y gentes diferentes enriquece mucho, nos enseña a valorar lo que tenemos y a disfrutar de cada momento presente. Parece  imposible  que tan pocos días den para tanto.

11 de octubre 2014
LECTURAS:

Sentir EtiopíaEditado por Rba Serres

Los caminos perdidos de África. JAVIER REVERTE

El Sueño de África. En busca de los mitos blancos del continente negro. JAVIER REVERTE

Rumbo a Etiopía. DENBERU MEKONNEN SIYOUM

Una mirada etíope. TOMAS MARTÍ HUGUET

Una experiència a Etiópia. CONXITA TARRUELL LLONCH

África. Pueblos y culturas ancestrales. Edición especial National Geographic.

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