ETIOPÍA- NORTE Y SUR (Julio 2014)

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ETIOPÍA (Julio 2014) 




La decisión de ir a Etiopía fue un nuevo reto para explorar y conocer un poco más el mundo en que vivimos,  percibir la emoción del encuentro con otras culturas completamente distintas a la nuestra y ser conscientes de estar disfrutando de una privilegiada experiencia, con alma de viajeros.


"Nos hacemos mayores y tiempo habrá para vacaciones más convencionales" y dicho y hecho, nos pusimos en marcha. Contratamos un viaje organizado y en grupo, pero al ser los únicos que en la agencia optamos por este destino, tuvimos guía, chofer y transporte a nuestra entera disposición.

Durante los dieciséis días que duró nuestro viaje por el norte y el sur del país, fuimos espectadores insaciables de paisajes, culturas milenarias y a través de su historia, conocimos  el drama y la grandeza de su pueblo.


Etiopía es uno de los países más pobres del mundo, la pobreza se percibe continuamente y eso duele pero es también uno de los países más fascinantes que existen,  la única nación de África que nunca ha sido colonizada por una potencia extranjera y que, tal vez por ello, conserva unos rasgos únicos: su lengua, su religión, sus mitos. 

Su historia está marcada por la dinastía salomónica, tiránica y cruel durante siglos que se inició con el poder de Menelik I (el hijo de Salomón y la reina de Saba) y terminó con el emperador Haile Selassie, derrocado en 1974  por el golpe de Estado comunista del comandante Menghistu que estableció una feroz dictadura hasta que, a su vez,  en 1991 fue destituido por un frente guerrillero del norte y tuvo que exiliarse a Zimbawe, donde el presidente Mugabe le ofreció asilo político. Eritrea ganó su independencia y, como consecuencia, Etiopía perdió su mar,  declarándose República Democrática y Federal hasta nuestros días pero con el nuevo gobierno, las fértiles tierras y la riqueza de recursos del país, siguen sin corresponden con la pobreza de sus gentes.

NORTE DE ETIOPÍA

5 de julio- BARCELONA-EL CAIRO-ADDIS ABEBA


Salimos de Barcelona a las 15.30 y tras una escala en El Cairo, aterrizamos en el aeropuerto internacional  Bole, de Addis Abeba,  cerca de las 3 de la madrugada. Después de realizar los trámites para el visado (17€ por persona), la recogida de maletas y el cambio de moneda (birr), nos dirigimos a la salida donde nos recibe Johanes, el guía que nos acompañará durante todo el viaje y con el que conectamos bien desde el primer momento.

Es  temporada de lluvias, el suelo está mojado y el clima es fresco y agradable. La iluminación de la ciudad es muy tenue y las viviendas apenas se distinguen. El hotel está situado en un lugar céntrico, aunque no lo parece, y en su entorno hay varios negocios con luces rojas encendidas para atraer a los clientes. Son las 5.30h. Dormimos unas horas.

6 de julio - ADDIS ABEBA


Desayunamos y a las 10h, nos recogen para iniciar las visitas a la ciudad. Es domingo y en el tráfico de la calzada se mezclan personas,  animales y  coches. Las aceras están hechas polvo y el asfalto lleno de baches.

Johanes, con un buen español aprendido en Cuba nos va dando información del país.

Abbis Abeba, es la capital y la ciudad más poblada de Etiopía con cerca de 4 millones de habitantes  y también la capital de la Unión Africana. En ella conviven más de 80 nacionalidades y lenguas, además de cristianos, judíos y musulmanes. También es la sede de la Universidad.

Es una de las ciudades más altas del mundo, con más de 2.400 m sobre el nivel del mar y aún siendo la capital de una de las naciones más antiguas de la tierra, es sin embargo, una ciudad reciente que fue fundada a finales del siglo XIX por Menelik II.





No es una ciudad bonita, más bien tiene aspecto caótico y las chabolas y los descampados se alternan con los edificios de hormigón y andamios hechos con troncos de eucaliptos. En el boom inmobiliario se está introduciendo China, que está construyendo muchos edificios e infraestructuras de los carece el país, aunque de poca calidad y con cierto desagrado para los nativos que ven como se aprovecha porque el gobierno cede a todo.






Iniciamos la visita al Museo Nacional que alberga tesoros artísticos de la nación, así como muchos de los hallazgos arqueológicos más preciados, entre ellos Lucy.


Lucy es el esqueleto más antiguo de la Humanidad. Hallado en 1974 en Hadar, en las riberas del Awash. Tiene más de tres millones de años y cuando lo encontraron estaba sonando la canción de Los Beatles que lleva su nombre. Se lo llevaron a EEUU para estudiarlo y recientemente lo devolvieron al museo.


A continuación vamos a la Catedral de la Santísima Trinidadconstruida en 1941, donde se encuentra enterrado el último Emperador Haile Selassie y algunos héroes de la nación. 




Etiopía es la segunda nación más antigua del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial y, a pesar de estar rodeada de países musulmanes,  mantiene viva una religión casi propia, la copta-ortodoxa, (dependiente de la Iglesia copta egipcia) junto con una serie de mitos propios, que tienen su origen en la leyenda de Salomón, la reina de Saba y la supuesta presencia del Arca de la Alianza en el país, que constituyen la raíz misma de su historia y de su religión.


Numerosos fieles se arriman a rezar a las puertas de la iglesia. 




En  el entorno se concentran multitud de enfermos y mendigos.





Siguiendo un pequeño sendero llegamos a otra iglesia circular rodeada de tumbas, donde se concentran más fieles.






La religión ocupa un lugar importante en el pueblo etíope y  no podemos dejar de pensar en como la fe, en todas las partes del mundo, es el mejor antídoto  para olvidar el dolor y la miseria.



A mediodía comemos muy bien en el restaurante Blues Tops  que tiene un bonito jardín. Es nuestro primer contacto con la comida etíope y quedamos satisfechos. Etiopía es un país muy barato para los occidentales pero no para los nativos que, según nos dice el guía, el sueldo medio de un trabajador es de 800 birrs al mes (equivalente a unos 35 euros). Los que tienen sueldo fijo no llegan a ser el diez por ciento de la población y generalmente son funcionarios.

A las 14h nos recogen de nuevo y  ascendemos en coche al Monte Entoto, a 3200 m de altura, desde donde se obtienen grandes panorámicas de la ciudad. Lástima que el día está nublado. Atravesamos bosques de eucaliptos y pinos que impregnan el aire con su aroma. Algunas mujeres solitarias bajan deprisa portando leña en la cabeza. 


En la cima del Museo Entoto visitamos el museo donde se conservan algunas pertenencias de monarcas, especialmente de Menelik II , el rey que unificó los territorios del país y que derrotó a los invasores italianos en la batalla de Adua en el año 1896, símbolo del orgullo y la dignidad nacional etíope. Un guardián nos va detallando  pieza por pieza. Cámaras y móviles han sido retenidas al entrar, en una casilla. 


Junto al museo se encuentra la iglesia ortodoxa-copta Bete Maryam, dedicada a la Virgen María, construida por el emperador Menelik II y donde fue coronado en noviembre de 1889.




También en esta zona se encuentra el complejo formado por la primera residencia de Menelik II y su esposa Taytu . Se pueden visitar las estancias que hacían de dormitorio principal y el comedor. 



Cuenta la leyenda que la emperatriz Taytu asomada a la ventana observaba las vistas desde el palacio, se enamoró de una extraña y bella flor e insistió en cambiar el emplazamiento original de la ciudad (Entoto) al lugar donde la flor crecía. Así se fundó Addis Abeba, cuyo nombre significa "Flor Nueva"en lengua amárica. 



Una vez realizadas las visitas principales nos dejan en el hotel y decidimos dar un paseo por los alrededores para conocer un poco el ambiente que nos rodea.


Las calles están muy animadas, los niños juegan sin el peligro del tráfico de nuestras ciudades, hay vendedores ambulantes, limpiabotas. 







Paseamos tranquilos, nadie nos molesta y todo nos llama la atención. Nos hubiera gustado visitar el Mercato, el bazar más grande de África, pero es domingo y está cerrado.

A las 19h empieza a caer la tarde  y seguimos  las recomendaciones del guía, que nos dice que cuando oscurece es mejor regresar al hotel.  Cenamos y  nos vamos a dormir, al día siguiente tomaremos un avión hacia Bahir Dar para  iniciar nuestro viaje por el norte del país.



7 de julio -  ADDIS –BAHIR DAR.

Por la mañana temprano, vuelo con las líneas domésticas de Ethiopian Airlines hacia la ciudad de Bahir Dar para iniciar nuestro viaje por el norte del país, donde se encuentran una serie de conjuntos artísticos religiosos y fortificaciones extraordinarias. 



Etiopía es uno de los países con más lugares declarados Patrimonio de la Humanidad y gran parte de éstos se encuentran en el norte.

Bahir Dar es una bonita y urbanizada ciudad, con una amplia avenida rodeada de palmeras a orillas del lago Tana, el más grande de Etiopía. Su nombre en amárico significa "cerca del mar". Es también la región de la tribu amara, procedentes de los semitas, que durante siglos disfrutaron de un estatus de privilegio y es por ello, que su idioma (amariña o amárico) y su religión (cristiano ortodoxa) fueron considerados oficiales del país.

Después de dejar las maletas en el hotel, nos dirigimos al puerto de Bahir Dar. Nuestro objetivo es visitar algunos de los monasterios  de los siglos XIV a XVI que se encuentran dispersos por el lago, que cuenta con 37 islas. 


No hay turistas y los únicos que embarcamos somos nosotros.



Estas islas están protegidas y no se puede cultivar en ellas, hay árboles de papaya, mango, plátano,... pero todos son salvajes. Conviven algunas comunidades de monjes coptos y familias en pequeñas aldeas, que se dedican a la venta de artesanía que ellos mismos fabrican. En la isla de Kebrane-Gabriel no pueden entrar mujeres y niños pero hay otra de monjas, más al norte, donde no pueden entrar los hombres.

La primera parada la hacemos en la península de Zeghe, cubierta por un denso bosque tropical, para visitar el monasterio Ura Kidane Mihret. Nos recibe un guía local que nos acompaña hasta su emplazamiento y nos relata en amariño la historia que Johanes nos va traduciendo. En todos los lugares de interés turístico, que visitaremos del país, hay un acompañamiento de guía local, son estudiantes a los que se facilita un medio de trabajo.

Ascendemos por unos senderos que nos conducen al monasterio y pasamos por pequeños poblados donde los nativos venden artesanía, que será la más bonita que encontraremos durante el viaje, lástima de no saberlo antes porque al ser el segundo día apenas compramos nada.





Bonitas y coloridas cestas llamadas "muday" en amariña.



Pinturas que imitan a las de los templos que visitaremos, realizadas con colorantes naturales.



Llegamos al monasterio Ura Kidane Mihret, construido en el siglo XIV y reconstruido en el XVI. Es de adobe, con planta circular y techo cónico que hasta hace poco era de paja. Tiene varias puertas que permiten el acceso de forma diferenciada entre sacerdotes, hombres o mujeres, antes hay que descalzarse. Entre sus paredes se conservan magníficos frescos pintados en los siglos XVIII-XIX con escenas de la Biblia en un estilo un poco naif. También guardan manuscritos y objetos eclesiásticos. 








Como en todas las iglesias coptas, en la parte posterior, detrás de una cortina, se guarda el tabot - réplica del Arca de la Alianza- que sólo el monje que la custodia puede ver.


Actualmente están construyendo un museo para albergar los tesoros del monasterio, algunos del siglo XIV: cruces procesionales de plata, tambores, vestimentas reales de varios emperadores, ... ahora se guardan en un viejo edificio ruinoso custodiado por un vigilante armado.



En  la isla crecen plantas de café salvaje que sus gentes recogen y venden, siendo el país uno de los mayores productores. El mejor café se recoge cuando los cafetos están a la sombra de grandes árboles y los nativos los recoge manualmente, uno a uno, en la fase óptima de maduración, lo que sin lugar a dudas lo convierte en uno de los mejores cafés del mundo.





El café se bebe con asiduidad y tradicionalmente de manera ceremonial, un ritual que las mujeres etíopes realizan varias veces al día de forma artesanal. Ellas mismas tuestan el café, lo muelen y lo dejan hervir lentamente al carbón en un vasija de cerámica negra o "jabena" mientras van quemando incienso. 


En el lago Tana realizamos la primera ceremonia del café, una bonita experiencia y el mejor café que jamás hayamos probado.






Dejamos la península de Zeghe, los niños vienen a despedirnos. 



Embarcamos de nuevo para visitar un nuevo monasterio en una isla cercana donde se encuentra el monasterio Entos Eyesu-Monastery, cuya cúpula verde sobresale en la cima de una frondosa vegetación.



Rafael y Johannes ascienden las escaleras que llevan al monasterio donde unas monjas venden las entradas. 





El monasterio es de nueva construcción,  con un estilo arquitectónico similar al anterior.


Como en todos, antes de entrar hay que descalzarse y las mujeres y hombres no pueden entrar por la misma puerta.



Dentro, entre sus paredes circulares, hay unas pinturas recientes muy coloridas.



El sacerdote lee un pasaje del libro sagrado. 


Sacerdotes a la salida del monasterio.


Finalizadas estas visitas y como el cielo amenaza tormenta, regresamos a Bahir Dar. 



Después de comer nos acercamos a ver las cataratas del Nilo Azúl, haciendo un pequeño trekking, con lluvia incluída.



El recorrido que va desde Bahir Dar hasta la entrada del parque de las cataratas, a 32 km al sur,  atraviesa pequeños poblados rurales. Se nos hace corto el trayecto observando la vida animada a ambos lados de la carretera.


Una familia transporta a un enfermo a un centro médico.





Los hombres aran las tierras con sus bueyes.





Al llegar al poblado de Tis Abay, que significa "el humo del Nilo", el guía se acerca al Centro de Información Turística, donde venden las entradas para llegar a las cataratas del Nilo Azúl.

Empieza a llover pero estamos decididos a seguir adelante a pesar de que el camino está muy resbaladizo. Se acercan niños para ofrecernos ayuda, es un medio para ganarse algún "birr" (la divisa nacional de Etiopía) pero lo cierto es que, ante el estado del camino, sin ellos posiblemente no hubiéramos llegado.


Llegamos al puente de los portugueses -llamado así porque fue construido por los portugueses-  que cruza el río Abay, así es como llaman los etíopes al Nilo Azúl. Fue el  primer puente de piedra que se construyó en Etiopía y debido a las lluvias su paso  está intransitable y cubierto de barro. 



Superado este tramo, seguimos ascendiendo el camino con dificultad, cruzándonos con pastores que regresan con sus rebaños.








El tiempo empeora y la lluvia arrecia fuerte. Una mujer que está hilando a la puerta de su casa, para aprovechar las horas de luz, nos invita a refugiarnos en ella.



Nos enseña lo que hace. La vivienda está divida en dos partes y la única luz es la que se desprende al disparar el flash de la cámara.



Por la foto que disparamos a Johanes podemos ver el otro rincón de la casa.






Cuando la lluvia cesa continuamos el camino y, después de subir una pequeña colina, empezamos a oir el rugido del agua. 


Por fin llegamos al punto desde donde el legendario río se precipita por una pared de roca, de más de 40 m de altura, después de su nacimiento junto al lago Tana pero la construcción de una presa para generar electricidad, ha hecho menguar su caudal y no resulta tan espectacular como esperábamos. 


Y más que las Fuentes del Nilo Azúl, podríamos decir del Nilo marrón por el color de sus aguas, debido a la gran cantidad de sedimentos que arrastran, especialmente en época de lluvias.



Con Johanes, nuestro guía.



Con Marta, una buena ayuda para superar los obstáculos del camino. 



Mojados pero contentos de encontrarnos en el mítico lugar que el español Pedro Paez, aventurero, explorador y erudito, describió cuando lo descubrió en 1631, siendo el primer europeo. Este jesuita, enviado en misión evangelizadora a Etiopía,  se abrió paso en la corte real y se ganó el favor del emperador Susinios y de su hermano, el Ras Sela Krestos, quien se convirtió al catolicismo, dirigió la construcción de edificios para el Emperador Susinios y escribió la primera Historia de Etiopía, siendo muy apreciado por los nativos.


Una excursión que, debido a la lluvia, hicimos con dificultad pero que se convirtió en una pequeña aventura.

9 de julio - BAHIR DAR- GONDER


A las 8h, después del desayuno, tomamos dirección Gonder (a 180 km por carretera) para visitar el conjunto de castillos fortificados de los portugueses. 

La carretera no está muy transitada por vehículos pero si por personas y  rebaños de animales  que muchas veces cruzan o descansan en medio de ella, por lo que hay que circular con mucha atención. Johanes nos explica que, en caso de accidente o muerte del animal , la sanción siempre recae en el conductor.

Vamos atravesando pequeñas aldeas y vemos con curiosidad el ajetreo de sus gentes y la vida rural pero al cabo de unos km tenemos un  pinchazo y como el día anterior, en las Fuentes del Nilo Azul, habíamos tenido otro, y el conductor no lo había arreglado, tiene que ir al pueblo más cercano a buscar ayuda, lo que supone estar cerca de tres horas parados en la carretera.



Pero lo que para el guía representa un problema, para nosotros es un motivo de alegría porque nos permite  disfrutar y  fotografiar de cerca lo que desde el coche en marcha contemplábamos con entusiasmo. 

La gente de la zona pasa tranquila, se paran, nos saludan y con la ayuda del guía conseguimos entablar alguna pequeña conservación. Casi todos van descalzos. Son de la tribu de los amara y su idioma es el amariño. 







Gente muy religiosa, algunos grupos -nos dicen- se dirigen a un entierro cercano.



El paisaje que nos rodea es también muy bonito y con una gran variedad de aves de todos los colores.



Lo niños, que ya desde bien pequeños hacen de pastores, se acercan a nosotros y nos piden caramelos, bolígrafos  y camisetas. Nos llaman "farenyis", un término que deriva de la expresión "français" y define en Etiopía a los hombres blancos que fueron los primeros en llegar a estas aisladas regiones. Más tarde, en el sur, también es frecuente que nos llamen "you, you" que proviene del inglés (tu, tu).




Las mujeres cargan a sus bebés en la espalda y grandes bultos en la cabeza. Muchas llevan tatuadas cruces en la cara y Johanes nos explica que como en la guerra de Sudán se las robaban, era una forma de conservarlas.



En todo el trayecto no vemos ni un tractor, ni lo veremos a lo largo de todo el viaje. Los campesinos aran la tierra descalzos y con ayuda de bueyes sujetos a un yugo de lo más rudimentario.




Abajo, con nuestros nuevos amigos que no se separaron de nosotros hasta que nos marchamos. Repartimos algunos regalitos. 

El joven de la camiseta roja -que era de nuestro hijo- lleva en la boca una ramita de un árbol llamado Neem, que a menudo vemos que llevan y utilizan  para su higiene bocal.



Resuelto el problema reiniciamos el viaje con rumbo a Gonder y de nuevo vemos  el paisaje a través de nuestras ventanillas. Atravesamos aldeas y vamos tirando alguna instantánea mientras circulamos.

Algunas casas están hechas con troncos de eucaliptos y otras son de adobe con techo de paja o latón. Se observa mucha actividad.
A lo largo del camino hay campos de arroz y de tef, un cereal que es el principal ingrediente de la injera, el pan tradicional de Etiopía. 


En la carretera hay puestos con venta de brotes de hojas de chat, un estimulante vegetal muy apreciado que se consume legalmente en el país. Se mastica, se deja reposar en la boca y se va tragando poco a poco el jugo que desprende. El precio en esta zona es muy económico,  100 gr 1 birr, mientras que en la ciudad Johanes dice que 100 gr cuestan 24 birrs. Él  compra y nos deja probar pero no notamos ningún efecto. 



A la que paramos los niños aparecen por todas partes.


 Atravesamos una zona montañosa y verde con un paisaje espectacular y pequeños poblados de chozas concentradas entre cultivos. 




Con Johanes  en "La nariz del Diablo"


Llegamos a Gonder y comemos. En todos los hoteles podemos elegir menú a la carta, la comida por lo general es bastante buena y los precios que indican muy baratos para nosotros, aunque es la agencia la que paga porque en el viaje está todo incluido.
(100 birrs =3,7 €;  1 €=27 birrs). ( Adjunto foto menú del hotel)


Después de comer visitamos el recinto medieval de castillos europeos, del siglo XVII, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. Nos recibe el guía local que nos va relatando la historia que Johanes nos traduce. 

Un poco de historia: Entre los siglos XV y XIX, el país fue un continuo baño de sangre a consecuencia de constantes invasiones musulmanas y somalíes y constantes luchas internas. Se sucedían los usurpadores en el trono, pero todos ellos se proclamaban sin excepción pertenecientes a la dinastía salomónica. Una expedición portuguesa vino en ayuda del rey etíope, para repeler una invasión musulmana que incendió y ensangrentó el país entre 1529 y 1543. Los portugueses permanecieron en el país como tropas aliadas, hasta bien entrado el siglo XVI, y dejaron su huella en algunas construcciones, como castillos y puentes y consiguieron que dos emperadores aceptaran obediencia a Roma y profesaran el catolicismo pero todo terminó cuando el rey Fasilides, a finales del siglo XVII, expulsó y decapitó a todos los católicos del país, restableciendo como religión oficial el credo copto.


El lugar  contrasta con todo su entorno y  más bien parece un trozo de Europa pero los nativos sienten gran estimación por el lugar y es costumbre que los diplomados en Bellas Artes y licenciados en Historia, vayan a fotografiarse al finalizar los estudios delante del castillo de Fasilides, el más antiguo de todos el conjunto.


A Gondar  le llaman el Camelot de África, a causa de estos seis castillos que se alzan en el recinto imperial, todos ellos construidos por orden de cada uno de los seis reyes que formaron la dinastía de Fasilides, hijo de Susinios, coronado emperador en 1632. 


Se dice que el emplazamiento de Gondar lo eligió el jesuita español Pedro Páez para el emperador Susinios, y fue su hijo Fasilides quien encargó el primer castillo a los descendientes de los artesanos portugueses que habían viajado al país, junto con una expedición militar lusa, para ayudar al rey etíope a combatir a los invasores musulmanes del caudillo harari Ahmed Gragn.


Los palacios tienen forma rectangular y cuentan con tres pisos rematados por una torre cuadrada, en cuyas esquinas se levanta otra torre de menor tamaño. En la edificación se aprecian influencias axumita, india y portuguesas. Fueron residencia imperial desde 1636 hasta 1855, fecha en que el emperador Tewodros II conquistó el trono .


La decadencia de Gonder, que ya se había iniciado a consecuencia de las intrigas palaciegas y las luchas dinásticas, se agravó cuando Tewodros abandonó la ciudad a poco de proclamarse emperador y trasladó la sede del gobierno imperial a otra ciudad. Posteriormente, la ciudad fue saqueada por los mahdistas sudaneses durante el siglo XIX, y por último, ocupada por tropas nazis italianas en el transcurso de la segunda guerra mundial que la utilizaron como bases de operaciones. Algunos de los edificios de Gonder fueron dañados por el bombardeo de las Fuerzas aéreas británicas durante la campaña de liberación.



Palacio de la emperatriz Mentewab en cuyas paredes se conservan las cruces de Gondar (complejo de Kushuam. )



A 2km de la ciudad se encuentran Baños del Emperador Fasilidesun recinto formado por un palacete de dos plantas rodeado de una piscina rectangular de 2.800m2 que se llenaba  con el agua de los ríos de los alrededores y  se usaba para la práctica de deportes y ceremonias religiosas.


La piscina se sigue utilizando en la fiesta de Epifanía, la gran fiesta religiosa, que se celebra  todos los 20 de enero,  rememorando el bautizo de Jesús en las aguas del río Jordán. Grandes congregaciones de eclesiásticos entre cantos y bailes de los fieles, con sus túnicas de algodón que cubren cabeza y  hombros, trasladan el Tabot o Arca de la Alianza hasta la piscina bautismal de Fasilides,  donde se bañan para renovar su bautismo y las mujeres estériles buscan la fertilidad. 


 Las enormes raíces de las ceibas  invaden los muros de piedra que rodean el recinto y nos traen el recuerdo de los maravillosos templos de Angkor (Camboya)




A 1km  de Gonder, se encuentra el Monasterio de Debre Birhan Selassie (s.XVII), la iglesia más antigua y la única que se salvó de los saqueos y destrucciones de los mahdistas sudaneses, gracias al terror que les producía los grandes nidos de abejas que habían. Tiene un jardín  con grandes enebros, olivos y varias especies de pájaros.


Presenta planta rectangular pero se levantó sobre un antiguo templo circular, como suele ser usual en la mayoría de las iglesias etíopes.



Esta iglesia es famosa sobretodo por sus impresionantes frescos medievales que en las paredes laterales reflejan diversas escenas bíblicas .


Imágenes de la Crucifixion y Trinidad, a quien la iglesia está dedicada.  



Pero lo más destacable son las pinturas del techo que representan ochenta caras de querubines mirando en todas las direcciones, obra del pintor etíope del siglo XVII Haile Meskel. 


 No  falta en  la iconografía de ninguna de las iglesias la imagen de San Jorge en su caballo blanco, patrono nacional de Etiopía. 

Todos los santos, profetas, ángeles, Cristo, Virgen, ...miran de frente , mientras que los villanos aparecen siempre de perfil.


Y las imágenes del demonio siempre de negro, con ojos que dan miedo y grandes colmillos, aunque aquí ha perdido un poco el terror al estar cautivo.


A la salida de la iglesia, jóvenes coptas ofrecen injera  a los peregrinos.




 Al bajar del monasterio vemos unas chozas donde se alojan estudiantes que estudian ge'ez, una lengua muy arcaica que se utiliza en los servicios religiosos, entendí que algo similar a nuestro latín.


Terminadas las visitas dedicamos el tiempo libre a pasear por la ciudad de  Gondar.






















Día 9 y 10 julio – GONDER-LALIBELA

Nos desplazamos a Lalibela, la joya de Etiopía, donde realizaremos  uno de nuestros sueños, visitar el impresionante conjunto de iglesias excavadas en la roca declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que en tantos documentales hemos visto y que son una auténtica maravilla.

El vuelo de Bahir Dar a Lalibela dura poco más de 20 min . Desde el avión, vemos como el paisaje va  cambiando y  se vuelve árido y desierto. Entre tierras rojas y blancas se agrupan pequeños poblados de chozas.




Justo antes de aterrizar conocemos a Lee, un barítono coreano muy simpático que viaja por libre, con el que entablamos una buena relación y le ofrecemos nuestro coche para desplazarse hasta la ciudad que está un poco lejos. Al final, compartimos hotel y alguna excursión.




A la entrada de la ciudad vemos un grupo de presos, vigilados por el ejército, transportando troncos. Nos comenta Johanes que en Etiopía hacen cumplir la condena trabajando. 


Lalibela es una pequeña ciudad a una altitud de casi 2.800 m en las tierras altas de Etiopía . Está rodeado por una zona rocosa y seca.



  
La carretera que lleva al hotel está en obras y  grupos de jóvenes, chicos y chicas, trabajan duramente de forma manual, sin ningún apoyo técnico o mecánico.


Vemos también la construcción de un edificio de la misma forma,  haciendo una cadena para pasarse el material de construcción, a un ritmo acelerado.
 

El hotel de la cadena Roa, es de nueva construcción y con alguna fase por terminar. La gente es muy amable y la cocina estupenda. Lee decide quedarse también.



Salimos a dar un paseo por los alrededores del hotel antes de comer y unos jóvenes enseguida nos abordan. Dicen que son estudiantes y  así practican el idioma. Al final nos piden 20 euros porque necesitan comprar un diccionario, un truco que suelen utilizar para timar a los turistas pero con nosotros, que ya lo conocíamos, no les da resultado.


Más tarde Lee nos dice que ha conocido a unos estudiantes, que le han invitado a la ceremonia del café y les ha dado 20 € para comprar un diccionario que necesitaban. Es evidente que ha picado, pero está tan contento que preferimos no decirle nada .


Por la tarde visitamos las maravillosas iglesias de Lalibela, excavadas en la roca. 

Johanes nos explica que, según la leyenda, el rey Lalibela, en un intento de crear la nueva Jerusalén en territorio africano, reunió a los mejores artistas y artesanos para edificarlas (S.XII Y XIII).  Sus hombres trabajaron sin descanso durante el día y por la noche "un ejército de ángeles" continuaba con la ardua labor. La construcción duró 24 años y aún hoy en día, los expertos se preguntan cómo se pudieron hacer esas iglesias monolíticas con tanta precisión y exactitud en aquella época.

 En total son un conjunto de 11 iglesias de impresionante tamaño, divididas en dos grupos por un torrente que rememora el río Jordán, en recuerdo de la ciudad de Jerusalén. Están conectadas a través de una complicada red de túneles y pasadizos, excepto una de ellas que está más separada. Algunas están horadadas en la roca y otras son auténticos monolitos, casi iglesias-escultura, en un estilo absolutamente único de Etiopía. 

Cruz de Lalibela
Para empezar visitamos dos iglesias del primer grupo, situado al norte: La iglesia Bette Medhame y  Bette Mariam, las más populares entre los fieles. Al final de la tarde visitamos  Bette Ghiorgis (Casa de San Jorge) que es la que está más separada de todas y la mejor conservada y al día siguiente tres iglesias más del segundo grupo, situado al sudeste: Bette Golgotta, Bette Emmanuel, Bette Aba Libanos y Bete Gabriel y Rafael.

Lo primero que vemos al llegar a la iglesia Bette Medhame Alem es una  enorme estructura de madera y metal, que la protege de las inclemencias del tiempo, realizada por la Unesco y nos preguntamos sino hubiera sido posible hacer algo más liviano y estético y que no rompiera tanto la armonía del lugar, claro que resulta necesario para su conservación.



Bette Medhame Alem (Casa del Salvador del Mundo), localizada en un foso de 10 m de profundidad, con 37,70 m de longitud, 23,7 de anchura y 11,5 de altura, es la mayor iglesia del mundo esculpida en una roca y reproduce la arquitectura de una basílica rectangular de cinco naves.


Alberga la Cruz de Lalibela, bastones de oración y otros objetos antiguos.



En las paredes exteriores hay unos agujeros tallados en la roca donde los ermitaños se refugian en busca de la vida espiritual a través de la oración. 


Antes de acceder a las iglesias hay que descalzarse. Los zapatos se amontonan en las puertas de entrada y en la penumbra interior, hombres y mujeres ocupan lugares separados durante las ceremonias.



Por dentro las iglesias no son muy bonitas pero lo peor de todo, es la falta de limpieza en su interior. Las alfombras que debemos pisar sin zapatos y sólo con calcetines deben llevar décadas sin limpiar. En algunos blogs aconsejaban llevar, además de insecticidas, collares antipulgas y así lo hicimos, nos las colocamos alrededor de los calcetines y superamos la prueba.

Los sacerdotes enseñan la cruz,  bendicen a los fieles y se dedican a orar y meditar.


Lalibela es la segunda ciudad santa del país y un importante centro de peregrinación ortodoxo. Decenas de feligreses peregrinan hasta aquí para hacer sus plegarias, con sus túnicas blancas, ayudados con un fino bastón de color marrón con una curvatura superior, objeto imprescindible para los creyentes y nos cuenta Johanes que sirve de ayuda en las largas ceremonias para  apoyarse.


La segunda iglesia a la que accedemos es la de Bette Maryam (Casa de María), donde muchos fieles acuden cada día.




La devoción de los fieles es estremecedora. El lugar transmite sosiego y el silencio sólo se ve roto por algún cántico o salmodia.





El techo de la iglesia de Bette Maryam está decorado con pinturas.


En todos los templos, detrás de las cortinas se guarda un tabot, copia idéntica de la auténtica Arca de la Alianza, supuestamente guardada en una iglesia de Aksum. Los tabots nunca salen de los templos ni pueden ser vistos por los fieles durante ningún día del año, salvo en las procesiones de Epifanía.



En cada iglesia la cruz es diferente y los sacerdotes se avienen a fotografiarse, nos enseñan los libros antiguos y pinturas muy antiguas


Al final de la tarde, nos acercamos a ver la iglesia de Bette Georgis (Casa de San Jorge) , que está separada de los dos grupos de iglesias. Al ser la última que se realizó, es la mejor conservada y simboliza el arca de Noé.


Desde un pequeño mirador podemos apreciar el monolito perfecto, de quince metros de altura y  tejado cruciforme. Es la más famosa de todas y  verdaderamente es impresionante. Nos hace mucha ilusión encontrarnos en este lugar.


Para llegar al lugar de culto de esta iglesia, es preciso bajar unas escaleras y seguir un túnel hasta la base, 12 m más abajo.




En el interior se conservan unas pinturas de San Jorge, patrón de Etiopía.



Como las mujeres coptas-ortodoxas al entrar a los templos cubren sus cabeza con pañuelos blancos y yo , casualmente llevo uno, me lo pongo en señal de respeto, aunque  para las extranjeras no es obligatorio. 


Al día siguiente visitamos las iglesias que pertenecen al segundo grupo y están situadas al sudeste de Lalibela:


La iglesia de Bette Golgotha (Casa del Santo Gólgota) , es la única donde no está permitida la entrada a las mujeres, así que tuve que esperar fuera mientras ellos pasaban a visitarla. Tiene unos impresionantes apóstoles tallados en piedra que vi desde afuera.





La iglesia de Bette Emmanuel (Casa de San Manuel) es un bloque monolítico perfecto de roca, de 12 m de alto y 12 de ancho. La parte superior de uno de los laterales, está picada debido a un proceso de conservación iniciado por Mussolini, que implicaba picar así la piedra; cuando los fieles vieron lo que estaban haciendo, se rebelaron y no permitieron que los trabajos continuaran pero así quedó.





En esta zona hay otras iglesias colindantes a las que se llega por pasadizos laberínticos, uno de ellos muy oscuro  representa el infierno y que para cumplir la penitencia hay que atravesarlo sin luz.


Bette Kidus Gabriel y Rafael (Casa de los arcángeles Gabriel y Rafael) es un edificio de dos pisos con ventanas, una estructura fuera de lo común que creen podría haber tenido otra función antes de ser iglesia, quizás la residencia de la familia real.




Una foto todos juntos de recuerdo.





Bette Abba Libanos (Casa de San Líbano), de 9 m de longitud, es el único en el que la roca actúa como sustrato y cubrimiento. Cuenta la tradición que fue construida en una sola noche por la esposa de Lalibela, Meskel Kebra. Aquí, los sacerdotes explican que en medio de la pared del altar hay una luz que brilla noche y día alimentada con su propia energía.




Salimos del recinto a través de La Tumba de Adán, un monolito de 5m de alto, con una escalera de siete peldaños que lleva a una puerta y una ventana en la parte superior, en forma de cruz , que afirman que podría representar un altar de sacrificios pagano. 



Abandonamos este santuario cristiano-subterráneo, digno de figurar entre las maravillas del mundo y el resto de la tarde, lo dedicamos a pasear por los alrededores. Nos encanta relacionarnos con la gente y conocer el medio donde se desenvuelven. 









La abuelita nos enseña su humilde morada.


En el centro de Laliela hay unas tiendas con artesanía muy bonita.


Al día siguiente, a primera hora de la mañana,  nos desplazamos a 6km de la ciudad para visitar  el  Monaterio de Naukto´Leab, levantado por mandato del sobrino y sucesor de Lalibela, en una cueva rodeada de estanques naturales a los que se atribuyen propiedades sagradas, donde Nakuto La'ab se retiró para llevar una vida de ermitaño.

Afortunadamente llegamos en un momento en que están realizando una ceremonia religiosa y entramos en un escenario en el que parece que el tiempo ha retrocedido mil años.  




El aspecto de los fieles cubiertos con sus shamas(tela tradicional), como si de personajes bíblicos se tratara, nos traslada  fácilmente a otros tiempos.



Los fieles llevan grano y otras  ofrendas al monasterio, que recoge un monje.




La experiencia es única, los cánticos de los monjes y el recogimiento de la gente es verdaderamente impresionante.




Conmueve poder asistir a una ceremonia así y me acerco sigilosamente.



Un monje lee en voz alta las Sagradas Escrituras en gue'ez.



Los enfermos confían más en estas aguas sagradas, que en la medicina tradicional que resulta cara para ellos.




Finalizado el ritual un monje nos abre un armario en el que se guardan varios objetos de alto valor religioso e histórico.





En una habitación contigua, unos antiquísimos recipientes de piedra recogen el agua bendita cuando gotea del techo de la cueva,  que dicen que es curativa y hace milagros.



El monje levanta un lienzo blanco donde se conservan pinturas muy antiguas y nos va narrando su historia, que Johanes nos traduce.




Al salida de la iglesia una niña se me acerca, es muy guapa y lleva una cruz blanca pintada en la frente. Le pregunto si puedo hacerle una foto y accede sin problemas.   




No se separa de nosotros, es tan dulce que le regalo una de mis pulseras y se va corriendo muy contenta hacia su aldea, quiere enseñársela a su mamá.


En el coche de nuevo, pedimos hacer una breve parada en las aldea. Enseguida nos convertimos en centro de atención y los niños vienen corriendo a saludarnos y pedirnos caramelos, birr,...




A la mamá le compramos una pequeña figurita de artesanía y nos invita a pasar a su casa.








La niña a la que he regalado la pulsera llega corriendo y  dice que quiere enseñarnos su casa. Su mamá es joven y nos hace entrar.


Es una pequeña estancia separada en dos zonas por una cortina. En las paredes hay dibujos que la niña hace para su mamá, que está enferma y nos ha traído porque allí creen que todos los extranjeros son médicos y nosotros la curaremos. Según nos traduce Johanes es problema de un mal parto, con pérdida de bebé y tiene muchos dolores. 


Por el camino vemos a las mujeres transportar leña que luego venderán o utilizarán en su hogar. 


Qué vida más dura y qué diferente a la nuestra ! Esta es la verdadera realidad del país, y entristece pensar que no basta con nuestra generosidad y solidaridad, sino que la única forma de cambiar las circunstancias sociales es con la honestidad de sus gobernantes y a través de una correcta actuación política, de la que estos países carecen y es el drama de su pueblo.


Día 11 julio – LALIBELA-AXUM

El vuelo de Lalibela a Aksum, dura 45 min. Dejamos las tierras de los amara (idioma el amárico), para entrar en  la zona de Tigray, la etnia de los tigres ( idioma el tigrinya). 

La mayor parte de la población Tigray se dedica a la agricultura, aunque con duras condiciones porque es una zona muy pedregosa que recibe escasas lluvias.



En 1984, esta zona padeció una de las más largas sequías de la historia de Etiopía, recuerdo que a Europa nos llegaban imágenes muy duras, pero la ayuda internacional no les llegaba porque el gobierno de aquella época les marginaba por temas políticos e incluso empleó la aviación para bombardear las caravanas de camiones de ayuda internacional que pretendían llegar a Tigray, matando a miles de personas inocentes.



La parte antigua de Aksum conserva viviendas de piedra y de adobe. 





La piedra se pica manualmente y en estas tareas trabajan hasta estudiantes que se han diplomado y no encuentran trabajo.



El peinado tradicional de las mujeres de Aksum es muy elaborado, a base de trencitas y una de ellas recorre la frente.




Aksum es la capital más antigua de Etiopía y ciudad fundamental para conocer la historia del país. Fue la capital del poderoso reino axumita desde el S.III a.de C. hasta el S.XV y aún hoy es el centro espiritual del cristianismo ortodoxo etíope.

La primera visita la realizamos al famoso Parque Arqueológico de Estelas, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La construcción de las estelas se atribuye a distintos reyes etíopes y comparten espacio con tumbas y mausoleos, aunque no se sabe a ciencia cierta si su significado es conmemorativo o religioso. 

Los aksumitas dejaron de construir estelas cuando abandonaron el culto a sus dioses paganos y adoptaron el cristianismo, pero estas colosales placas de piedra aún son un recuerdo del poder de Aksum, un reino que forjó un país.


El obelisco que vemos sobresalir en el recinto, mide de 20 m de altura y tiene 1.700 años de antigüedad. Está tallado con perfección y decorado con dos puertas falsas en la base y ventanas en todos sus lados y señala una tumba real.

El ejército italiano, a finales de 1935, lo trasladó a Italia como trofeo de guerra del régimen fascista y a pesar de que en 1947, con la firma del Tratado de Paz, el gobierno italiano se comprometió a devolverlo, la repatriación no se consiguió hasta el año 2005, después de cuatro años de trabajo duro y un coste de más de 6,9  millones de euros (hasta la pista del aeropuerto tuvo que ser acondicionada), "una cantidad que podría haber sido destinada a ayuda humanitaria de la que tan necesitada está el país"- nos comenta el guía- porque además, después de tantos años de ausencia, la mayoría del pueblo etíope no lo identifica.



Pero el obelisco más grande está caído justo a la entrada del recinto. Alcanza 33 m de altura y alrededor de 500 toneladas de peso, lo que lo convierte en el mayor del mundo realizado en una sola pieza. La piedra fue extraída entre los siglos III o IV de una cantera situada a 5km, transportada por hombres y elefantes y luego tallada. Se cree que cayó mientras lo izaban y así lo dejaron. 





Base del obelisco caíd0
Debajo del obelisco caído se encuentra una cripta con seis cámaras funerarias vacías y frente a ellas hay unas cavidades donde se depositaban los tesoros de los fallecidos. Las 500 toneladas que descansan  del obelisco, han abierto unas profundas grietas en las cuales se han adherido unos cristales que permiten controlar el avance de las hendiduras.



Junto a los estelas se encuentra  el Museo Arqueológico que hace pocos años se renovó con ayudas internacionales. Hay expuestas monedas, cerámicas, abalorios, herramientas... hallados en  las excavaciones. 

Johanes nos muestra un mural con el alfabeto de gue’ez, la lengua primitiva del país, previa al amárico, una especie de latín etíope en el que están escritos los antiguos códices religiosos y las crónicas reales.



Saliendo del recinto, nos trasladamos a unos 3km de la ciudad para visitar las ruinas de un antiguo palacio (s.VI d. C.) perteneciente al rey  Kaleb y  a su hijo Gebre Meskel. Unas escaleras de piedra conducen a un gran número de galerías y compartimentos subterráneos con sus tumbas y varias cajas en piedra vaciada que contienen en su interior los cofres donde se supone que en su día guardaban grandes riquezas en oro, perlas y otras piedras y metales preciosos.


Los muros de las tumbas están hechas sin argamasa, ensamblando las piedras. 





Desde este recinto, se puede ver el campo de batalla de Adúa, donde en 1896, el ejército colonial italiano fue derrotado por el pueblo etíope y que se recuerda con gran orgullo.

Nos encontramos a  unos 20 km de la frontera de Eritrea, hasta hace pocos años zona de guerrilleros y aún hoy zona de conflictos entre los dos países. En 1993 Eritrea se proclamó independiente, dejando a Etiopía sin mar y debido a que es un país muy cerrado, le llaman la "Corea del Norte de África". Entre otras cosas, nadie puede huir del país y si lo hace el gobierno encarcela a la familia que queda. 

(Al fondo Eritrea)
De regreso a la ciudad, entramos en una cabaña, que bien podría pasar desapercibida, donde se guarda la piedra más antigua que describe las victorias del rey Ezana. Está escrita  en  en tres idiomas: griego, sabeo y gue'ez. Como la mayor parte de las reliquias antiguas, sorprende lo poco protegido que está, pero la economía del país no da para más.

La encontraron unos campesinos, en 1972, mientras hacían sus cosechas  y el Ministerio de Turismo del país, les regaló 1.000 birr a cada uno.


En las afueras de la ciudad, se encuentran las ruinas del  Palacio de la Reina de Saba, que fueron descubiertas debajo de las cosechas de unos campos.


Según el mito, la historia etíope comenzó con la reina de Saba, diez siglos antes de la venida de Cristo al mundo. La soberana  que dominaba extensos territorios y asentaba el centro de su poder en Etiopía, oyó hablar del sabio monarca Salomón que reinaba en Israel y viajó hasta Jerusalén para conocerle, quedando tan impresionada que se convirtió a la religión judía. Cuando decidió volver Salomón la sedujo mediante un ingenioso truco y la reina etíope quedó embarazada. Ya en su país dio a luz un hijo a quien llamó Menelik, que a los veinte años viajó a Jerusalén para conocer a su padre y de regreso se trajo a Etiopía el Arca de la Alianza, donde se guardan las Tablas de la Ley, entregadas por Dios a Moisés en el monte Sinaí, proclamando al etíope "pueblo elegido" por Dios para custodiarlas por siempre. Y allí siguen, según afirman los más fervientes defensores de la leyenda, en un templo de Axum sin que nadie puede verlas salvo su guardián.

En esta historia se basó Steven Spielberg para rodar Indiana Jones "En busca del arca perdida".

En los orígenes de la historia de Etiopía, se sucedieron dinastías diversas y todas se proclamaron descendientes directas de Salomón y la reina de Saba perpetuando una monarquía feudal.




Camino a las ruinas del palacio se encuentran los Baños de la Reina de Saba, un embalse de agua inmenso excavado en la roca, que se convierte en el punto central de la ceremonia anual de la Epifanía y cada 19 de enero, una procesión lleva una réplica del Arca hasta orillas del embalse.




Justo en frente del Parque de las Estelas se encuentra la iglesia de Santa María de Zion,  el mayor centro de peregrinación de Etiopía.  La parte antigua es un edificio anexo construido en el siglo XVII por el emperador Fasilidas, la parte nueva, mucho más moderna, fue construida por el emperador Haile Selassie  e inagurada en 1965.



En el interior hay unas pinturas muy bonitas del artista Loret Afork Tekle. Son dibujos minimalistas en los que el color está siempre por encima de la técnica para ayudar a visualizar lo que se quiere transmitir, de tal manera que los  analfabetos puedan leer en las paredes lo que no pueden leer en los textos.



Un rasgo característico del cristianismo ortodoxo etíope es la extendida veneración de la Virgen. No hay iglesia que no tenga una representación de la Virgen y el Niño, junto con las venerables y santas imágenes.



Entre los objetos antiguos se conserva  un magnífico libro sagrado con hermosas pinturas, escrito en gue'ez .





Cada vez que  en el texto aparece la palabra María, lo hace en color rojo.



La política y la religión han formado siempre un bloque en Etiopía y los libros sagrados etíopes recogen también los nombres de todos los reyes que sucedieron a Menelik I, a partir del siglo XVI. 


Muchos fieles llevan tatuada una cruz en la frente.


La iglesia ortodoxa etíope  considera la leyenda del Arca de la Alianza dogma de fe y en una capilla anexa a la catedral, dicen que está depositada la verdadera Arca de la Alianza que fue trasladada desde Jerusalén a Aksum por Menelik I. Sólo puede acceder a ella el sacerdote que la guarda, que antes de morir transmite su mandato a otro de los monjes y así de generación en generación. El pueblo copto-ortodoxo etíope, se siente como el pueblo elegido por Dios por la custodia de este objeto sagrado.


Iglesia de Santa María de Zion y al fondo, a la dcha, la capilla donde se conserva el Arca de la Alianza.
En un edificio anexo se conservan muchos objetos históricos de valor, así como las coronas y vestiduras  de los primeros emperadores, aunque el polvo y el estado de conservación no es el deseable y en pocos años se pueden echar a perder muchos de ellos. 




De regreso atravesamos la parte antigua de Aksum.




 En una plaza se encuentra la Rotonda del Santo Yared, un árbol rodeado de un pentagrama que era donde el santo estudiaba y preparaba los himnos sobre los textos de los Evangelios, siendo la primera música que adoptó la iglesia ortodoxa y que hasta ahora utilizan.






Nos hubiera gustado pasear por esta parte de la ciudad pero es difícil para un "farengi", los niños nos abordan y corren detrás de nosotros continuamente pidiendo dinero, caramelos,...  nos vamos pues hacia la zona moderna donde se sitúa el hotel. 
























En la zona moderna la moda se expone en el exterior de las tiendas.








Unos comerciantes nos saludan.


 

Terminamos la tarde con la ceremonia del café.


Con nuestra visita a la ciudad de Aksum finalizamos nuestro viaje por el Norte de Etiopía pero, a pesar de que todas las iglesias que hemos visitado son cristianas y los cristiano- ortodoxos constituyen el mayor grupo religioso del país, Etiopía se caracteriza por su diversidad religiosa, siendo los musulmanes el segundo grupo en importancia de la población. Aquellos que siguen religiones tradicionales africanas de tipo animista o pagano son el 8,4% y corresponden en su mayoría a las tribus del sur, por donde continuamos nuestro viaje, completamente diferente a lo que hasta ahora hemos visto.



SUR DE ETIOPÍA

Día 12 de julio – AXUM-ADDIS ABEBA – AWASSA (275 km)




Después de desayunar en Aksum, cogemos un vuelo hacia Addis Abeba y allí, como si iniciáramos un nuevo viaje,  enlazamos con un nuevo vehículo hacia el Valle del Rift para visitar el sur del país, donde se agrupan la mayor parte de las etnias tribales y animistas que mantienen en pleno siglo XXI toda su esencia cultural y tradicional. 

A la salida del aeropuerto de Addis el tráfico es denso, es el día en que mucho jóvenes celebran su graduación y las calles están llenas de grupos que se hacen fotos con familiares y amigos. El gobierno concede créditos para pagar la universidad que luego irá recuperando cuando empiezan a trabajar.



La carretera atraviesa campos agrícolas y tierras de la tribu Oromo, el mayor grupo étnico en Etiopía que  se concentra principalmente en el centro del país. Están divididos por clanes, formando pequeños estados con políticas y religión diferentes. La mayor parte de la población es cristiano ortodoxa, seguida por la musulmana.

Los Oromo son un pueblo respetuoso con sus familiares, sólo tienen una mujer y tienden a tener el mayor número de descendientes pero todavía, en las zonas rurales, practican viejos ricos como el sacrificio de animales para satisfacer a Waaqa (su dios).

Son principalmente ganaderos y suelen llevar siempre una gorra y un palo. 


Las casas de los Oromo son conocidas como tukal, una especie de cabaña redonda, hecha con ramas de acacia cubierta con esteras vegetales. El tejado es coniforme con una apertura que permite la salida del humo.


De Addis Ababa a Awassa hay alrededor de 275 km. La carretera no es mala pero hay que tener precaución porque los animales y la gente  la atraviesan continuamente. 

Desde la ventanilla del coche y sin perder detalle, vemos como la vida  sigue su ritmo ajena a nuestras miradas. 




Traslado de un enfermo
 En esta zona hay muchos invernaderos de flores que se exportan del país y -nos explica el guía- que muchas mujeres presentan enfermedades a consecuencia de los pesticidas que utilizan y que no hay ningún control sanitario. 

A un lado de la carretera vemos un grupo de gente concentrada,  han atropellado a una vaca. Lo que nos extraña, es que no haya más accidentes.







Dado que no hay agua corriente en las casas, principalmente las mujeres y los niños se desplazan hasta pozos, fuentes o ríos para llenar  recipientes de plástico amarillo, teniendo que recorrer a veces muchos kilómetros. 




A mediodía paramos en un restaurante local y probamos por primera vez la enyera, el plato tradicional etíope. Se elabora artesanalmente con harina de teff, un cereal local de granos muy pequeños que es muy difícil encontrar fuera de Etiopía. Es como una especie de crep pero de sabor algo agrio. Lo sirven en una gran bandeja donde se vuelcan los platos elegidos: pollo con salsa, carne picada, puré  de lentejas o garbanzos, ... Para comer se arranca un trozo de enyera con la mano derecha (nunca con la izquierda), se envuelve la guarnición y se acaba mezclando con la salsa picante o no. Nos gustó aunque no para comer asiduamente.




Después de comer, y de nuevo en la carretera, tomamos un desvío que conduce al lago Ziway, el mayor y el que se encuentra más al norte de los siete lagos del Valle del Riff. 

Impresiona llegar y ver la gran aglomeración de aves que esperan la llegada de los pescadores: marabús, pelícanos, ibis, garzas, cigüeñas,... 






Unos niños tiran despojos de pescado a las aves y rápidamente se acercan los marabús, de aspecto poco agraciado. Cuesta creer que este ave tan fea adornara con  las más bellas plumas el vestuario de las vedettes y  la alta burguesía de los años 20.






De nuevo en ruta, pasamos por Shashemene, la ciudad de los rastafaris. El rastafarismo, una religión, filosofía y cultura, surgió en la segunda década del siglo XX entre la población negra jamaicana que, entre otras cosas, preconizaba el retorno al continente africano (especialmente a Etiopía),  y el final de su esclavitud. 


Según los rastafaris, el rojo representa la sangre de los mártires, el verde la vegetación de Sión (es decir, de Etiopía), el dorado la riqueza y prosperidad venidera en África. El león simboliza tanto al continente como el emperador Haile Selassie a quien consideran la tercera reencarnación de Yahvé, su dios.

Al  final de la Segunda Guerra Mundial, Haile Selassie  donó esta gran parcela de tierra para permitir el asentamiento de seguidores del movimiento, que quisieran regresar a su patria.




Continuamos hasta Awassa, donde nos alojamos. A la entrada del hotel unos vigilantes con porras  controlan el acceso.

Awassa es la capital de la región expresamente denominada "Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur", a 1.650 m de altitud, en el Valle del Rifth y al pie del lago de su mismo nombre.


El nombre de esta región autónoma de 120.000 km2 nos da un a idea de su diversidad cultural. La población regional, mas de 18millones, representa 45 grupos étnicos de los que ninguno llega al 20 % de la población. La mayor parte de la región está en el área fronteriza del valle del Rifth, Kenia y Sudán.


Awassa es la puerta que nos llevará a conocer las tribus del sur.


Día 13 de julio –  AWASSA-CHENCHA- ARBA MINCH  (270,6 km)

Prontito, a las 8h, salimos de Avassa hacia Arba Minch y a los pocos kilómetros, nos encontramos con las casas de la tribu de los Alaba, que llaman la atención por sus vistosas decoraciones. Son de gran tamaño y en ellas se aloja una sola familia.


Los alaba son buenos labradores, cultivan especialmente el café y los hombres suelen llevar altos sombreros de paja trenzada.





Nos permiten visitar su interior que también está decorado siguiendo la estética exterior y con las estancias limitadas por dibujos geométricos.





Una parte está destinada a los animales 








Un descanso para tomar un café y bromear luciendo un sombrero alaba.




Los pájaros tejedores ( Ploceus galbula), con su llamativo pecho amarillo,  se acercan a recoger las migajas que caen cerca de nuestra mesa.




Seguimos en ruta por una carretera recientemente asfaltada por los chinos, que están invirtiendo en infraestructuras, energía, materias primas y últimamente en fábricas ya que los salarios africanos son todavía mucho más bajos que los salarios chinos. Un obrero etíope cobra 40 dólares al mes, la décima parte que uno chino y las condiciones son muy malas.  Se comenta que "Etiopía es exactamente como China hace 30 años""



En el sur se practica más el pastoreo que en el norte y conducir se hace cada vez más difícil porque continuamente grandes rebaños atraviesan la calzada. 





No es de extrañar que a los pocos kilómetros nos encontremos con una camión volcado que transportaba cocacolas.



Seguimos por la carretera y nos detenemos a comprar plátanos a la tribu de los Wolita, conocidos por el cultivo del ensete o falsa banana. 


Tan pronto paramos el coche,  los niños asoman de improvisto en la carretera y corren alborozados hacia nosotros, gritando sin cesar: farengi, farengi, you,you,you. Nos piden birr, pens, caramelos,...



La pobreza del país es evidente en los niños. Desde 1997 la escolarización es obligatoria de los 7 a los 16 años, sin embargo la escuela no es gratuita y a las tasas de escolaridad tienen que añadir los gastos de material y uniformes, siendo demasiado cara para algunas familias por lo que sólo el 13% de niños están inscritos en la educación secundaria.

Los padres utilizan a los hijos como mano de obra para realizar diferentes tareas: se envía a los chicos al campo y a cuidar los rebaños desde muy pequeños mientras que las chicas hacen las tareas domésticas más duras y cuidan de los más pequeños.

Las mutilaciones genitales femeninas siguen siendo muy comunes en Etiopía, especialmente en las tribus del sur. Según un estudio realizado en el año 2011, se estimó que más del 74% de las mujeres eran víctimas de estas prácticas.





La tribu de los wolayta habitan en las tierras altas y verdes de la región de los pueblos del sur. La unidad familiar se compone por término medio de seis a siete personas y  las chozas o tukul, levantadas en sus propias tierras de labranza,  la comparten con sus animales (cabras, ovejas, vacas,...) .

Se dedican al pastoreo y a la agricultura, destacando el cultivo del falso banano (ensete) de cuyas hojas extraen una pulpa que, una vez fermentada, sirve como base para la fabricación del "kocho", una especie de torta similar a la enyera pero con menor valor proteínico.



Durante todo el trayecto vemos largas hileras de cactus candelabros que, además de ejercer la función de  vallas, en Etiopía, se usan en medicina tradicional.


Llegamos a la ciudad de Sodo, centro administrativo de la zona wolaita donde hay edificios modernos y un tráfico local intenso.







En Sodo tomamos unos refrescos en un hotel un poco deteriorado que había estado muy bien clasificado hace algunos años.





De la calle del hotel, entre los pequeños establecimientos de vivos colores, sobresale el minarete de una mezquita desde donde el muecín llama a la oración.









Pequeños muchachos deambulan por la calle y se buscan la vida como pueden.
 A mediodía hacemos un  picnic a orillas de un río con una pequeña cascada.




Exóticas aves se acercan a refrescarse en sus aguas.




Durante el trayecto, a menudo vemos niños que salen a bailar en la carretera para ganarse unas monedas. En el sur se baila con movimientos de cintura y de  nalgas, mientras que en el norte del país se baila con los hombros.




A lo largo de la Gran Falla del Rift, que cruza el país de noreste a sureste, atravesamos el primer e impresionante lago formado en la fractura del terrero. Desde lejos, sus anaranjadas aguas parecen las arenas de un desierto. Hacemos una breve parada.







Uno poco antes de llegar a Arba Minch, dejamos la carretera principal y ascendemos por una pista de tierra a Chencha, el área montañosa de los lagos Abaya y Chamo, donde visitaremos un poblado de la tribu Dorze, célebres por sus chozas con curiosa estructura de elefante. 

Lodge de cabañas dorze
Un joven Dorze nos recibe y nos introduce en el interior del poblado, situado a 2.900 m de altura, que está cercado con unas vallas de bambú.


Los Dorze son una tribu sedentaria que se dedican al cultivo de la banana, maíz, cebada, café, miel, ... Sus casas "elefante" son más grandes de lo habitual, llegando a sobrepasar los 10 metros de altura, su armazón se realiza a base de bambú y se recubre con la hoja del falso banano.



Las chozas de los Dorze o Tukul son altas y duran muchos años pero cuando la base se va pudriendo y bajan en altura, se las dan a los niños que ya pueden formar pareja.


Los interiores son oscuros, con suelos de tierra.





Todas las familias dorze tienen al menos un telar donde elaboran el tejido "shammá" de algodón que se considera el mejor de Etiopía, las túnicas blancas "gabbi" y los "netalas", fulares de colores vivos.
El microclima de la zona, permanentemente  húmedo, desarrolla una frondosa y fértil vegetación con apretados huertos de bananos, justo al lado de las viviendas.



Los Dorze, al igual que los Wolayta también fabrican el "kocho" o pan local. Rascan el tronco del falso banano y con la pulpa fermentada que obtienen elaboran sus tortas de pan y destilan su licor "arake".  




Sacan la pulpa que han dejado fermentar, la desmenuzan y la mezclan con agua hasta hacer un engrudo, hacen la forma de una torta y la ponen al fuego en una plancha de metal.




Nos invitan a  kocho (la torta)  y  arake (el licor). Al lado unos platitos con  miel y una salsa muy picante. 



Magníficos los tejidos de algodón "shammá" de vivos colores.



La  familia se reune para mostrarnos sus bailes y sus cantos. 





Y al son de la música y los cantos nos atrevemos a imitar sus danzas. Posiblemente sea un poco turistada pero también es un momento de  fiesta, humor y alegría para todos.



Hay que menear caderas y nalgas y parece que la "farengi" no tiene mucho arte.




Con tanta  fiesta y alboroto los niños acuden sorprendidos y  se quedan embobados mirando el espectáculo. 


Uno de ellos tiene cara de muy enfadado.




La pequeña coge de la mano a Rafael y no le deja hasta que nos vamos.




Descendemos hacia la carretera general para proseguir nuestra ruta. Las vistas desde esta zona montañosa, con el lago al fondo son espectaculares.


Dos mujeres vuelven del mercado subiendo la cuesta extremadamente cargadas y se paran a saludarnos.




Llegamos a Arba Minch , la ciudad más grande del sur de Etiopía,  situada en un enclave magnífico. La ciudad  está dividida en dos distritos: Secha (la moderna ciudad) y Sikela (la parte tradicional)

Nos alojamos en el Lodge Paradise,  en un paraje natural con magníficas vistas a los lagos Chamo y Alaya, unidos por una lengua de tierra que llaman "puente del paraiso". 

Es el mejor hotel de todo el circuito y un lugar privilegiado. Las habitaciones guardan la estética africana y desde la terraza de la habitación disfrutamos de las vistas. 




Vistas al atardecer de una tarde poco despejada. 


 A partir de las 19.30h empieza a anochecer y Johanes nos propone ir a cenar a la parte antigua de Arba Minch, allí conoce un  restaurante reconocido por su buen pescado. El lugar es sencillo pero la cena  no nos decepciona, con  una exquisita sopa de pescado y una telapia deliciosa, acompañada de  verduras y hortalizas. Para beber cerveza local de Saint George, la más popular de Etiopía.


Satisfechos regresamos al hotel y nos vamos a dormir. 



Al amanecer los animales de la selva nos despiertan escandalosamente con sus mejores tonos y reemprenderemos nuestro viaje por el valle del Omo para conocer nuevas tribus, mercados y  paisajes.  

Día 14 julio – ARBA MINCH-KONSO-TURMI (282 km)

Seguimos por el sur hacia el Valle del río Omo. Esta región fue integrada a la Etiopía de Menelik II, a finales del siglo XIX, pero permaneció aislada y al margen de los acontecimientos históricos que perfilaron la evolución y constitución del país.  Su territorio acoge a más de 80 etnias y se hablan más de 200 dialectos. Son semi-nómadas y su vida gira en torno a su ganado, con una dinámica de desplazamientos difícil de desentrañar en una de las regiones más aisladas de África. Conservan rituales animistas y tienen costumbres ancestrales.

En Arba Minch termina la carretera asfaltada y continuamos por pistas de tierra. Poco a poco la vegetación va cambiando y el paisaje adquiere la forma de la sabana, grandes extensiones de hierba, maleza, arbustos y gran variedad de acacias. 




Durante el camino vemos grandes termiteros de 7 ó más metros de altura y que pueden llegar hasta cuarenta metros de profundidad. Los nidos en forma de chimenea mantienen la temperatura constante en su interior, llena de galerías y cámaras.


A menudo vemos panales de miel colgados en las ramas de los árboles. En estas regiones son grandes productores.


Cuanto más al sur, más numerosos son los rebaños. Los animales  son signos de riqueza.


Y a medida que vamos bajando,  también cambia la gente, sus costumbres, su estética y su forma de vestir. Cuanto más al sur menos ropa llevan y más les gusta decorar sus cuerpos con dibujos,  abalorios y las cosas más inverosímiles, como ya veremos. 

En el trayecto hacia Konso nos encontramos con el primer "merkato" y paramos a visitarlo.

Los merkatos son un acontecimiento social que suelen celebrarse un día a la semana. A ellos acuden diferentes tribus, ya sea para comprar o vender mercancías. Todas las aldeas están situadas a una distancia razonable del mercado, el trayecto de ida y vuelta se puede hacer a pie en un solo día.




El mercado está distribuido por las diferentes mercancías: semillas, hortalizas, ajos, ropa, calzado, animales, etc. 



Johanes me enseña unas sandalias que están hechas con caucho de neumáticos y que de pequeño él también llevaba.


Una zona está destinada a animales vacunos. Cerca venden pellejos para almacenar agua. 

Al estar poco acostumbrados a ver blancos, nos convertimos en  el centro de atención del mercado. Se nos acercan y con mucha curiosidad tocan mi pelo, mis manos, la nariz, les llama la atención como se nos transparentan las venas a nivel de la muñeca, el vello de los brazos, verse reflejados en la pantalla de las cámaras, así como mis pulseras y collares que acabo regalándoselas. 




Junto al mercado hay un riachuelo donde los hombres se bañan desnudos.



Algunos llevan camisetas de la selección de fútbol de Etiopía, que se popularizó cuando hicieron en los partidos de clasificación para el Mundial de fútbol.


Después de nuestro primer contacto con un merkato, que nos ha encantado por su colorido,  nos ponemos en marcha  hasta Turmi pero, antes de llegar, visitamos una población de la etnia Konso, cuyas mujeres  hemos visto ya en el mercado con faldas de vivos colores.


La etnia Konso, al contrario que las demás tribus que viven en pequeñas aldeas, lo hace en grandes poblaciones y  trabajan en grupo toda la comunidad.

Desde la carretera vemos las colinas con sus cultivos organizados en amplias terrazas de piedra, que previenen la erosión de los suelos y maximizan la retención de agua. Una tradición cultural de hace más de 400 años, adaptada a un ambiente seco y hostil, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2011. El paisaje demuestra los valores comunes, la cohesión social y los conocimientos en ingeniería de sus comunidades . 

Cultivan principalmente sorgo, base de su dieta y con el que elaboran una especie de cerveza, también maíz, girasol, legumbres, hortalizas, café, algodón, árboles frutales, recolectan miel y cada familia suele tener algo de ganado (bueyes, cabras y ovejas).


Para llegar al poblado que está situado en lo alto de una colina, ascendemos por callejuelas estrechas con murallas de escasa altura que enmarcan los complejos familiares, que constan de varias chozas de adobe y un establo.



Los complejos familiares, muy pulcros y ordenados, tienen una entrada estrecha a modo de túnel que obliga al visitante a inclinarse y  permite a los dueños decidir si se trata de un amigo o un enemigo. Todas las chozas tienen techos bajos,  coronados  por una tinaja.

Esta tribu es famosa por la cantidad de hijos que tienen, haciendo caso omiso a las campañas en fomento de los anticonceptivos.



El poblado se divide en barrios y todos tienen una cabaña pública, con la planta baja abierta,  donde se reúnen  hombres y niños. Las mujeres no pueden entrar después de la pubertad. 

Allí  charlan, discuten,  tocan música y juegan al "gabata", tradicional juego que consiste en una tabla con varias hoyos en las que desplazan piedrecitas con rápidos movimientos y complicadas reglas. Hay una pesada piedra redonda que tradicionalmente dicen que cuando un joven la levanta ya se pueden casar, aunque realmente la ceremonia de iniciación de los jóvenes tiene lugar cada 18 años, elevando una "olahita", un poste generacional. Se sabe cuantos años tiene esa comunidad multiplicando por 18 los postes. 


A un adulto no iniciado se le permite casarse pero los hijos que engendre deberán ser asfixiados con su cordón umbilical al nacer. Estas costumbres están prohibidas desde hace unos años pero los konsos no suelen obedecer fácilmente las disposiciones del gobierno.

Los hombres casados duermen muchas noches en la casa comunitaria para no mermar, con las relaciones sexuales, las fuerzas de sus mujeres que son las que realizan los trabajos más duros del hogar y las que traen el agua  que acarrean desde muy lejos y luego tienen que ascender hasta la choza. Los hombres sólo las ayudan unas pocas semanas después del nacimiento de un hijo y los niños colaboran en las tareas domésticas hasta los siete años, luego ya se van a pastorear.





Tejer es una tarea exclusiva de los hombres porque consideran que las mujeres "periódicamente impuras" pueden transmitir la impureza a los tejidos. Cuidan con esmero sus terrazas y antes de volver a sus hogares, se reúnen para tomar una especie de cerveza que ellos mismos elaboran. Veneran, la solidaridad, la amistad y la virilidad. 


Las mujeres son las que acuden masivamente a los mercados vistiendo sus llamativas faldas plegadas que llevan los colores de la bandera etíope (amarillo, verde y rojo) y un pañuelo en la cabeza.


El territorio konso es algo así como la frontera con el valle del Omo. Durante el camino vemos muchos árboles cargado de nidos de pájaros.





Continuando el trayecto hasta Turmi,  vemos desde la carretera un mercado  de las tribus Tsemay y Banna y nos acercamos a conocerlo. Son dos tribus con características muy similares, les unen costumbres, estilos de vida y relaciones comerciales. Como casi todas las gentes que habitan en el curso del río Omo, se dedican principalemente al pastoreo de cabras y ovejas, realizando grandes desplazamientos en busca de buenos pastos. Esta vida de nómada hace que sus casas sean de una estructura muy sencilla, confeccionada con hierbas y esteras, y  alejadas de las pistas y carreteras, por lo que su contacto se establece principalmente durante el día de mercado. 

También tienen se dedican algo a  la agricultura, cultivan sorgo, sésamo y maíz. Uno de sus mayores tesoros es la miel silvestre, que les sirve como objeto de cambio en el mercado o en la carretera.


La población está formada por 35000 individuos, que se reparten entre los ríos Omo y Woito. Forman la misma familia que los Hamer (que conoceremos más adelante), con los que comparten lengua y con los que pueden casarse libremente.


Su sociedad se basa en un sistema de edades, en la cima están los más ancianos, controlados por un Bitta o dirigente ritual. Mientras las mujeres ocupan un lugar subordinado a ellos independientemente de su estado civil.


Al igual que los Hamer, realizan una ceremonia denominada "el salto del toro", que más adelante explicaré, con algunas variaciones para iniciar a los jóvenes varones en la edad adulta.



Hablan el suri y varios dialectos, como el tirma y el chai. 


Para entrar en el mercado vienen a recibirnos unos jóvenes Tsemays que nos piden un peaje, nos acompañan y nos permiten fotografiar sin problemas. Llevan los típicos y pequeños asientos de madera, con una correa para el transporte, que también les sirve de almohada y nunca se separan de ellos. 


Está atardeciendo y más que un mercado parece una fiesta. En medio de un gran alboroto, los hombres toman su bebida alcohólica parecida a la cerveza, que ellos mismos elaboran a base de sorgo fermentado, en cuencos de calabaza que también les sirve de sombrero para protegerse del sol. Las mujeres charlan, intercambian sus mercancías y cuidan a los niños.






Los matrimonios de estas tribus son decididos por los padres de la mujer, que deciden quien se casará con su hija. El hombre debe pagar una dote que consiste en ganado, miel, cereales y café. 

Cuando llegamos al lodge está cayendo el sol. Damos un pequeño paseo por los alrededores y disfrutamos de la naturaleza de la sabana. Nos encantan los adenium en flor, también denominado rosa del desierto, cuya savia, que es altamente tóxica, algunas tribus aplican en sus flechas para cazar.



Al ser una zona muy aislada carece de electricidad y el hotel dispone de un generador que a partir de las 19h de la tarde deja de funcionar hasta las 6.30 del día siguiente. 

Cenamos y como el cansancio se empieza a notar después de un día largo, en el que hemos recorrido muchos  kilómetros, nos vamos a descansar.


Día 15 julio- OMORATE-TURMI 


A primera hora de la mañana nos dirigimos hacia la frontera de Kenia (155Km) , donde visitaremos varias tribus. El camino discurre por una pista junto a la nueva carretera que está en construcción. Vemos rebaños de vacas y cabras  cada vez más numerosos, ya que la mayor parte de las etnias son pueblos de pastores y el ganado es el elemento central de la economía y de la visión del mundo. Pero las condiciones medioambientales hostiles, con grandes sequías y la mosca tsétsé, han menguado sus reservas y para sobrevivir han tenido que recurrir a la agricultura especialmente del cultivo del sorbo y a la pesca,  hace unos años considerada impura .

Los animales son la riqueza de las tribus. Sólo sacrifican animales en las ceremonias por ritos importantes, generalmente cabras u ovejas, para consumo de la familia e invitados. La principal fuente de proteínas para su alimentación es la leche mezclada con la sangre que hacen manar de las yugulares con afiladas flechas y que luego taponan la herida con hierbas y excremento.


Llegamos a  Omorate,  un pueblo grande y  allí cruzamos el río Omo para visitar un poblado de la tribu Dassanetch, situado en la otra orilla y muy cercana al lago Tarkana . 


Nos encontramos en los límites de la frontera de Kenya por lo que tenemos que pasar un control policial y dejar nuestros pasaportes. Un guía local nos acompaña hasta el poblado.



 Cruzamos el río con una canoa  o "kadech" construida con el tronco de una árbol hueco que filtra el agua,  quedando un poso en el fondo de la canoa y, como para sentarse hay que mantener el equilibrio, hacemos malabarismos para no mojarnos. Algunos jóvenes lo cruzan nadando, a pesar de que algunos kilómetros más arriba hay cocodrilos.


Los Dassanetch son una tribu nómada con alrededor de  25.000 individuos y, aunque  se consideran un pueblo ganadero, aprovechan la época de las lluvias para dedicarse a la agricultura en los márgenes del río Omo.  Son también excelentes pescadores de cocodrilos. 

En estas tribus, organizadas por clanes, la autoridad recae sobre un grupo de 30 ancianos denominados  "ara" (toros). Nada más bajar de la canoa entramos en contacto con dos de ellos, sentados plácidamente en  sus pequeños asientos de madera o "borkotos" que nunca abandonan. Llevan unas plaquitas encajadas en la barbilla.





Unas niñas  se acercan a nosotros y nos piden que les fotografiemos a cambio de 5 birr (0,19€). A pesar de que somos los únicos visitantes se nota que el turismo, aunque escaso, ha llegado hasta aquí. 
Les encantan los abalorios y es graciosos ver sus tocados confeccionados con chapas de refrescos, conchas, ... Algunas llevan cuencos de calabaza para protegerse del sol que también utilizan como cuencos para beber. 

La religión tradicional es de base animista y encierra todo un mundo de simbologías y ritos.  Los jóvenes de ambos sexos siguen pasando por la ceremonia de la circuncisión, a pesar de que cada día son más las mujeres Dassanetch que se oponen a la mutilación sexual de las niñas pero una antigua costumbre margina a las que no lo hacen que sufren un rechazo social y no se pueden casarse ni tener hijos. Las dos ceremonias colectivas más importantes en esta etnia son: la circuncisión y el dimi.


Hombres y mujeres llevan el torso desnudo y faldas de tela o piel en la cintura, que indican en tanto  el estatus social como civil y la edad de las mujeres. 







El poblado está situado en un lugar bastante inhóspito y desértico, castigado por los rigores climáticos y cercado con ramas y troncos. Para llegar a él tenemos que andar un poquito.



 Las viviendas las construyen con estructuras de ramas que recubren del abundante papiro existente en el delta, de cuero o con chapas de metal, y que pueden montar y desmontar para facilitar su traslado. 








Son polígamos, como muchas de las culturas primitivas. Las mujeres casadas son las únicas que pueden usar faldas de cuero.





Uno de los detalles que más llama la atención en los Dassanetch son sus increíbles peinados masculinos que marcan el ascenso en el sistema de edad. Desde el rasurado completo con un casquete de pelo de los niños, hasta los sofisticados peinados con tierra que señalan la edad adulta y el reconocimiento social. Los más refinados son aquellos que, tras rasurar determinadas partes del cuero cabelludo, dejan los cortos cabellos de la parte central apelmazados con tierra,  que normalmente tiñen con colorantes ( ocre o blanco). El casquete así formado se aplana y se insertan en el diminutos cilindros de madera o hueso que servirán de soporte para llamativas plumas de avestruz. 

Llegamos al poblado en el momento en que están realizando una ceremonia. Es un acuerdo entre las familias de dos jóvenes casaderos y para celebrarlo han sacrificado una cabra  que consumirán los hombres pertenecientes a ambas familias.

Durante la comida se discutirá la dote que tendrá que entregar la familia del joven a la familia de ella.

Están tan concentrados en la ceremonia que apenas se dan cuenta de que les estamos fotografiando.

Durante la ceremonia un jóven con un cuchillo se encarga de abrir los intestinos del animal y estudiarlos para predecir el futuro de la pareja.





Es una ceremonia sólo para hombres.





Antes de sentarse a comer los hombres se embadurnan las piernas con excrementos de las vacas. Siempre sin soltar sus asientos de madera "borkotos"que también utilizan como almohada y para proteger sus preciosos peinados.





Extienden unas ramas verdes que utilizarán como mantel y comen la carne casi cruda.





 Abandonamos el poblado y cruzamos de nuevo el río Omo. En Omorate recogemos los pasaportes y tomamos unos refrescos cerca de un gran cartel de prevención de sida. 


Regresamos al hotel en Turmi, un lodge en medio de la sabana.




Aquí comeremos y por la tarde visitaremos un poblado de la tribu de Hamer. 



Día 15 julio- TURMI (TRIBU HAMER)

Después de comer nos acercamos a  visitar un poblado de la tribu Hamer  que a pesar de estár situado a unos 30 km del hotel, debido al estado del terrero, el trayecto en coche dura aproximadamente una hora.

Los Hamer viven al norte del lago Turkana y forman uno de los grupos étnicos más numerosos de la región (aproximadamente 15.000 individuos). La historia y el mito remiten a los hamer a un pasado glorioso. Según la tradición oral, fueron ellos los que encendieron el primer fuego y dieron luz a la humanidad. 

Comparten muchas costumbres con otras etnias, como los dassanetch y su actividad está también basada en la agricultura (sorgo, sésamo, alubias) y el pastoreo (vacas, cabras y ovejas).

Como es habitual, recogemos al guía local que nos introduce en uno de los poblados. El sol cae con fuerza, la tarde es seca y calurosa y no son las mejores horas para fotografiar. 


El poblado está en un recinto vallado con ramas y troncos para limitar la entrada a los animales salvajes.  Cada familia posee una cabaña y un corral para el ganado.


Todo está muy limpio. Se nota que el consumismo no ha llegado a estas regiones, no se ve ni un  plástico,  papeles o la basura típica de otros países. Las raíces de pueblos pastores, y por lo tanto nómadas, no ha dado lugar al desarrollo de una cultura material. Una consecuencia de los continuos desplazamientos es la posesión de pocas y ligeras pertenencias, sólo las imprescindibles para cubrir las mínimas funciones.


Al penetrar en cualquier choza sorprende su nítida desnudez.  A un sencillo fogón con un tosco recipiente de barro vienen a reunirse calabazas de distintas formas y tamaños, pieles de cabras o bovino, algunos cestos y rudimentarios utensilios.


En el poblado encontramos mujeres y niños, los hombres están fuera, en sus labores del pastoreo. 



En las tribus, la estética de cada individuo refleja su estatus social: cazadores, guerreros, mujeres solteras, casadas,  etc. 

En las mujeres las faldas de piel y los collares delatan su estado civil. Las solteras llevan montones de abalorios, los ornamentos de colores más vistosos y adornan su cabeza  con una cinta  ligeramente inclinada sobre su frente.


Junto a los abalorios sobresalen los  cintos y  banderolas recubiertas de conchas de caurí. Llevan también muchos brazaletes. 



Las mujeres casadas llevan faldas de piel de cabra con adornos que resaltan sobre el tono marrón de la piel. Sólidas gargantillas metálicas, abrazan sus cuellos; generalmente son dos y no se las podrán quitar nunca.  


Los hamer son polígamos. Las mujeres casadas que además de las dos gargantillas llevan otra más con una protuberancia pronunciada en la parte delantera, son las mujeres principales y su estatus social es muy respetado, tienen el privilegio de llevar el peso de la familia, la economía, la educación y participan en la toma de las decisiones importantes.





Los elaborados peinados de las mujeresde gran consistencia,  es otra de las cosas que  caracterizan a esta tribu.  Los realizan mezclando barro de color ocre y rojizo y grasas animales. 

Justo en la entrada del poblado vemos como dos mujeres se confeccionan el peinado.



Con la ayuda de un cuchillo van cortando las puntas de un peinado recién hecho.




Llama la atención que casi todas las mujeres llevan la espalda llena de cicatrices, señales de la fustigación del rito vinculado al  “Ukulí Kulá” (Salto de la vaca).






En la cultura de los Hamer el “Ukulí Kulá” o “salto de la vaca” es uno de los eventos más importantes de su vida: consiste en la celebración del paso de la niñez a la fase adulta, en la que el varón se convierte en guerrero y adquiere el derecho a casarse y formar su propia estirpe después de pasar un periodo de adaptación. Para ello, los jóvenes desnudos deben saltar al menos 4 veces una hilera de 10 vacas ante la mirada expectante de toda la comunidad, saltando sobre la primera y corriendo sobre el resto ; al llegar al final debe dar la vuelta y realizar el camino en sentido contrario. Si el iniciado se cae se considera un símbolo de mala suerte. Mientras tanto las jóvenes casaderas se dirigen a los hombres para provocarlos y pedirles que las azoten, como manera de demostrar su valor y fortaleza física, siendo así merecedoras del amor del joven hamer. Para ello en ocasiones los hombres utilizan finas varas largas y flexibles, hasta hacerles heridas  que dejan en sus espaldas grandes cicatrices y cuantas más  tenga, a causa de este rito, más respetada será.
Durante nuestra estancia en Turmi, nos avisan de que se va a celebrar uno de estos ritos pero para llegar al lugar tenemos que andar más de dos horas por medio de la sabana puesto que con el coche no se puede llegar. No nos vemos capaces porque además hace mucho calor y quedamos con pena. 

Jóvenes y niños vienen a despedirnos. Se han ganado unos cuantos birrs en la negociación de las fotografías, que como en todas estas tribus es habitual y llega a ser un poco agobiante, claro que están en su derecho porque los turistas también somos  muy pesados.


Al no poder asistir al rito del "salto del toro" , nos ofrecen visitar el Mercado de Dimeka, un mercado popular y colorido al que asiste gente de los poblados hammer, karo, ari y banna. Tiene lugar los martes y sábados y allí podemos contemplar el intercambio más antiguo del mundo, el trueque.


En el mercado de Dimeka vienen a comerciar fundamentalmente los Hamer, que ocupan más espacio que las mercancías que exponen. Podemos pasear y observar tranquilamente todo el desarrollo de  la actividad de compra o el intercambio de mercanciás: frutos, miel, mantequilla, sorbo, café, telas, mantas, utensilios,... 




A las mujeres hamer del mercado no les gusta que les  fotografiemos y se enfadan cuando lo hacemos.


El mercado se extiende por buena parte del pueblo y está organizado por mercancías que se extienden en el suelo.

La niña de blanco es de la tribu ari
Hay que destacar la presencia de las vasijas de barro de los bashada, muy apreciadas y de calidad superior a las que realizan otros grupos. 



En una zona se colocan las vendedoras de tef, con cuyo grano se elabora la "injera" o el pan de Etiopía.  La semilla de tef es la más pequeña de entre todos los cereales y sin embargo, es muy nutritiva y energizante. Gracias a que este cereal se puede cultivar en terrenos con poca agua, muchos pueblos de África han sobrevivido. Sus granos o semillas son muy pequeñas, lo cual favorece el ser transportados y sembrados en otros territorios por pueblos seminómadas.


Una mujer nos permite fotografiarnos con su mercancía,  el barro rojo con el los hamer se untan el pelo y la piel. Por la protuberancia del collar vemos que se trata de una primera mujer.


Paradas con alegres abalorios, estatuillas, calabazas y  sólidos recipientes de madera para la leche profusamente decorados




 Las mujeres muestran las marcas causadas durante sus ritos.

Las jóvenes hamer en el mercado cubren su torso con camisetas, sin dejar de lado sus vistosos abalorios cumplimentados con llaves, plumas, ..... 


Entorno al  mercado hay unos puestos de venta.



Los niños juegan con las cosas más cotidianas. Aquí la tecnología no ha llegado para ellos y  el tipo de vida es muy distinto a la de los nuestros. 


El bar de un hotel local donde nos detenemos a tomar un refresco. 


De regreso al lodge,  Johanes nos relata algunos aspectos de la cultura de estas tribus, que mantienen formes de vida y costumbres ancestrales. Una terrible práctica que se intenta erradicar es la de los niños MINGUI, denominado así a los niños nacidos en las tribus hamer y benna, entre otras, y que les empiezan a salir  los dientes por el maxilar inferior antes que por el superior. Para estas tribus, es un presagio de mala fortuna, no habrá lluvias, ni pastos y la tribu vivirá con mala suerte. Los pequeños deben ser arrojados desde lo alto de una montaña por sus propios padres. La mayoría, mueren, pero inexplicablemente, alguno se salva. Otras razones que consideran Mingui son: Si el niño nace de un matrimonio ilegítimo , si nacen gemelos o si el niño nace sin que la madre haya cumplido la obligación de no mantener relaciones sexuales hasta después de cumplidos tres meses del nacimiento de un bebe, en este caso la obligarán a abortar y para ello las mujeres mayores se suben en la barriga de la embarazada y empiezan a saltar como si estuvieran en el campo. 

Un niño mingui se salvó después de que sus padres le tiraron por un barranco y lo encontraran otra tribu que iban a recoger leña, le llevaron a Gimka, una población cercana en adopción y estudio en la Escuela Técnica. Actualmente es el jefe de la organización de la zona que lucha contra estas costumbres tradicionales y con la colaboración de la Fundación Omo Child han conseguido rescatar y salvar hasta ahora 42 niños.  Aunque el Gobierno etíope prohibe esta práctica, sólo los Karo han abandonado esta tradición.

Un verdadero shock cultural, a poca distancia de nuestra vieja Europa.

Impactados por el conocimiento de estas costumbres, llegamos al Lodge Buska Turmi.


Unos jóvenes hamer están drenando agua del río que está muy seco, para poner en funcionamiento el generador que dispensará electricidad al lodge, puesto que hasta esta zona no llega el tendido eléctrico. Ello hace que el suministro, en todo el recinto, esté interrumpido de las 22.30 h, hasta las 6h   del día siguiente. 

Cenamos y nos vamos a dormir. Mañana visitaremos a la tribu de los Mursi, los más innacesibles entre las tribus que hemos visitado. Dicen que tenemos que llegar antes de las 11h que es cuando regresan los hombres del pastoreo y al llegar bebidos pueden llegar a ser agresivos.    

Día 16 julio- TURMI - PARQUE NACIONAL MAGO(TRIBU MURSI) -JINKA-TURMI (350 KM)

Salimos del hotel a las 7.30h en dirección al Parque Nacional Mago para visitar la tribu más famosa del Valle del Omo, los Mursi, cuyas mujeres usan grandes platos de barro insertadas en el labio inferior y en las orejas, como símbolo de valor y belleza. Aconsejan llegar al poblado antes de las 11h de la mañana.

Seguimos por una pista sin asfaltar. El paisaje verde y frondoso contrasta con el rojo de la tierra. Animales y pequeños poblados se esconden tras la espesa vegetación.



Es una zona con mucha caza y durante la ruta, nos cruzamos con animales y una gran variedad de aves. Los árboles están cargados de nidos. 




Las armas para cazar o para luchar han existido en África desde los tiempos más remotos pero, desde hace unos años, estos pueblos además de las lanzas, flechas y cuchillos, que siempre han utilizado, usan armas automáticas para defenderse de los animales salvajes o de los enfrentamientos con otras tribus.  Es frecuente verlos por los caminos cargados con los Kalashnikov que compran en la frontera de Kenia,  así como la munición. Los hombres consideran las armas como parte de su propio cuerpo.




La visita los Mursi se recomienda hacerla antes de las 11h de la mañana. Parece ser que los jóvenes Mursi cuando vuelven a mediodía del pastoreo, beben alcohol (que ellos mismos elaboran) y terminan por tener un comportamiento algo agresivo. 

Por motivos de seguridad, para visitar la zona es obligatorio  el acompañamiento de un escolta y cuando llegamos,  en la entrada del parque, un soldado armado nos espera y nos lleva hasta el poblado.


Nuestra llegada es inesperada, los mursi no esperan ninguna visita. Nos comenta el guía que debido a que los chinos están construyendo una azucarera y ven pasar muchos camiones cerca de su territorio, están en estado de alerta y se sienten amenazados. Esto unido a que últimamente no llegan turistas, creen puede ser causa de guerra.


Cuando llegamos al poblado, las mujeres vienen a nosotros para iniciar el mercadeo fotográfico (una foto= 5 birrs) que resulta bastante desagradable. Se colocan en fila y tenemos que señalar a la que queremos fotografiar. A veces se pelean entre si porque quieren ser elegidas y  no dan opción a imprevistos,  todas las tomas son posados que pierden toda la espontaneidad. Nos resulta imposible hacer una sola foto robada. También todas a la vez, nos ofrecen platos labiales como recuerdo  y es difícil decidir porque la presión  que ejercen sobre nosotros es tensa y agobiante hasta que nos despedimos y los jóvenes nos acompañan hasta el coche, entonces la relación se relaja. Les regalamos cuchillas de afeitar que valoran mucho y utilizan en sus afeitados y escarificaciones.  

Utilizarán los birrs  para comprar armamento en la frontera de Kenia.








La población Mursi (alrededor de 4.000 individuos) ha decrecido en las últimas décadas debido a violentos enfrentamientos con otros grupos étnicos, agravada por el uso de las armas automáticas.

Son pastores seminómadas que se mueven de acuerdo a las estaciones y sus rebaños de vacas son su riqueza principal,  que complementan con el cultivo del sorbo, el maíz y la apicultura practicada en zonas donde la mosca tse-tse no permite la cría de ganado. Son expertos en atravesar sus animales por el caudaloso y peligroso Omo, a parte de ser excelentes cazadores.


El clan posee una estructura política igualitaria en el que el  grupo de edad mayor es quien ejerce el poder y sólo existen los "jefes de rituales".

El rasgo distintivo de los Mursi son los platos labiales y lobulares de las mujeres. Se trata de un adorno corporal que tiene su importancia en el momento del matrimonio: cuanto más grande es el platillo de la novia, más grande es la dote que la familia puede pedir  y que  generalmente, consiste en cabezas de ganado.



Una pequeña incisión perfora tanto en labio inferior como los lóbulos de las orejas de la joven Mursi, como parte de los ritos de iniciación. En la incisión insertan un pequeño disco de madera o cerámica,  que irán renovando por otros de mayor tamaño, hasta alcanzar increíbles proporciones. Estos platos son un símbolo de status, belleza y elegancia y sólo las mujeres que pertenecen a una casta superior tienen derecho a llevarlos.


Las escarificaciones  (cicatrices) tienen un valor estético, las masculinas son prueba de fuerza y virilidad y las femeninas son consideradas un elemento de belleza con finalidad erótica. En algunos casos se utilizan cenizas vegetales para que el diseño de las cicatrices quede en relieve.


Apenas si llevan ropa y muchas se adornan todo su cuerpo, de pies a cabeza, con los más diversos trazados geométricos realizados con tiza blanca u otros tintes naturales obtenidos de la tierra, como un motivo puramente estético.


Para que los hombres sean reconocidos "guerreros" tienen que mostrar un gran número de escarificaciones como marca de valor. 



Los hombres solteros, hacen una exhibición de agilidad mediante la lucha con bastones “Donga”. Son duelos que se establecen entre jóvenes solteros de distintos segmentos territoriales que, a una determinada edad, se enfrentan con largos bastones de madera, donga, cuya parte final tiene forma fálica . En la lucha protegen sus partes más vulnerables con toscas telas de algodón . La ceremonia tiene lugar todos los años tras las cosechas (noviembre-enero), y la celebran todos los grupos como un paso más de sus jóvenes en su ascenso social. La lucha tiene un valor simbólico y se deben eliminar al contrincante sin producirle la muerte; ello ensalzan el prestigio del joven ante el grupo y sobretodo ante las jóvenes solteras. El sólo hecho de participar en el duelo, se gane o no, es motivo de reconocimiento al valor del joven y de que está preparado para el matrimonio.


Volvemos para Turmi.


En el camino de regreso paramos en Jinka, una pequeña población con grandes plantaciones de maíz y donde se concentran varias tribus para trabajar la caña de azúcar.


La calle principal de Jinka es la pista de aterrizaje de un aeropuerto donde, de tarde en tarde, llegan pequeños aviones. Aquí no hay ni torre de control, ni nada que se le parezca y es el lugar más concurrido de la ciudad, los jóvenes lo utilizan como campo de fútbol y en algunas temporadas hasta  pastan las vacas. Un lugar descuidado y sucio.


En un pequeño establecimiento local pedimos unos refrescos y hacemos un picnic.


Una mujer está cocinando una injera.




Miembros de las tribus Karo y Hammer, regresan a sus viviendas cargando agua mercancías, animales… Las pieles del ganado cubren sus cuerpos y verlos como van vestidos es todo un espectáculo.



Ya en el lodge, un relax y un paseo por un sendero de los alrededores.








Al final del día, África exhibe la belleza majestuosa y triste de sus atardeceres.



Día 17 julio- TURMI -ARBA MINCH (LAGO CHAMO) (280 KM)



Desde Turmi iniciamos nuestro retroceso del Sur de Etiopía.  En los caminos vemos pasar los últimos hamer,  las terrazas de  los konso, los mercados, los rebaños numerosos, .... hasta llegar a Arba Minch, donde tenemos programada una excursión por el lago Chamo, para ver la fauna del lugar. 

Por la carretera los niños nos saludan, nos piden agua y les vamos dando las botellas que llevamos.









Llevan botellas con un líquido marrón y consistente. Johanes nos explica que son de sorbo, cebada y maíz y  que sirve para alimentarse en sus desplazamientos.



Atravesamos  las terrazas de cultivo de la tribu konzo. Sus mujeres regresan del mercado con pesadas cargas.



Junto al mercado, en pequeños chiringuitos, los hombres konso beben una especie de aguardiente en recipientes de calabaza.

Seguimos atravesando poblados.






Tenemos una avería en el coche, se quema un manguito. Afortunadamente estamos cerca del hotel y  nos recoge otro coche que va en esa dirección. Mientras Vendete, nuestro conductor,  va buscar ayuda al pueblo cercano.



Regresamos al hotel/lodge de las impresionantes vistas sobre la llanura del Parque Nacional de Nechisar y los lagos  Chamo y  Abaya, en pleno valle de Rift. Una lengua de tierra cubierta de vegetación, llamada "Puente del Paraíso" , separa ambos lagos.

Los vigilantes controlan el acceso al recinto de monos y otros animales.


¡Y qué bien sienta un buen almuerzo rodeado de tan magníficas vistas y un buen café!



Ceremonia del café
Camino de la habitación nos llevamos una sorpresa, una familia de facóceros pasea por el recinto . 


Por la tarde nos recogen para hacer un paseo en barca por el lago Chamo. Vemos cocodrilos, hipopótamos y varios tipos de aves acuáticas, en un marco inmejorable.



Entre juncos y altas hierbas que crecen junto al agua, embarcamos por  una pasarela destartalada de madera. 


Multitud de pájaros revolotean entre los árboles y grupos de pelícanos blancos, garzas, cigüeñas, ibis, búceros, tántalos ,  águilas pescadoras ... sondean las aguas en busca de alimentación.

Hermoso momento en el que los pelícanos alcanzan su vuelo en forma de "V". Esta forma de volar les permite aprovechar zonas de viento, con ahorro de energía .


Un garza imperial agita sus alas.



De repente, unos ojos y unas narices asoman sobre el agua. Los hipopótamos emergen de las cristalinas aguas del Chamo para pastar en las orillas cubiertas de hierba.



El lago Chamo es también  refugio de miles de cocodrilos del Nilo.  Verlos tan cerca, agrupados en una de las bahías rodeada de juncos, es impresionante. 
Cocodrilo del Nilo


Y sorprende como pelícanos, tántalos y demás aves se pasean a su  lado  de forma indiferente. 


Fieros, imponentes y enormes. Algunos puede llegar a medir más de siete metros.


Cae la tarde y la luz  impregna el paisaje con una tersa luminosidad dorada.





Los pescadores de las etnias de los Ganjule y de los Guji,  navegan por las aguas del lago en unas sencillas barcas confeccionadas con troncos.




En las orillas de los lagos Abaya y Chamo, se localizan los poblados y la agricultura de los Ganjule y Guji , que aún conservan las antiguas tradiciones en la caza de hipopótamos. 


Unos peces gato recién capturados.



Día 18 julio- -ARBA MINCH -AWASA (SENKELE) -240 Km


Dejamos atrás el lago Chamo, siempre en viaje hacia el norte, en dirección Awassa, visitando por el camino el Santuario de flora y fauna de Senkele.



Se trata de un parque con una extensión de 58 km2, que se creó para proteger a la mayor concentración de antílopes de Swayne del país, una de las especies etíopes en peligro de extinción, cuyo número se vio reducido considerablemente durante la guerra civil y de la que, en la actualidad, no quedan más de 800 ejemplares.


En esta zona habitan doce especies de animales, entre ellas: kudús, facóceros, hienas, gatos civet, linces, caraca, chacales y el antílope de oribi, así como 90 especies de aves.

Acompañados por el guía local, entramos en coche por unos senderos y no tardamos mucho en ver una manada de antílopes.  Vendeta, detiene el vehículo y la manada se queda quieta. Vuelven la mirada hacia nosotros con desconfianza y al bajar del coche se alejan.




 Un magnífico ejemplar macho, se situa a pocos metros de nosotros. Su mirada es intensa pero temerosa. Controla nuestros movimientos y permite que nos acerquemos lo justo. 



Una foto de recuerdo con Vendeta  y Johanes,  excelentes compañeros de viaje. Vendeta un impecable conductor, sin muestra alguna de fatiga durante  todo el  largo recorrido, lástima que no habla español y Johanes (con el sombrero de la etnia Alaba), un perfecto guía, siempre amable, muy pendiente de nosotros y gran conocedor de su país.



Reanudamos nuestro viaje hacia Awasa. Las largas distancias no se hacen pesadas porque hay mucha vida en los caminos.








Durante el trayecto compramos mangos y plátanos pequeños y sabrosos.


Y después de varias horas en ruta, llegamos a Awassa, la capital de la Región de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur.

Antes de instalarnos en el hotel, vamos al lago Awassa, en cuyas orillas, cerca de la ciudad, han construído un dique para contener el nivel del agua y hoy es un bonito sitio para pasear, de hecho lo llaman "el paseo del amor".

Pasear y pescar son aquí los dos pasatiempos favoritos. 


Un lugar con mucho ambiente,  agradables rincones y algunos chiringuitos. 


En las aguas del lago hay una gran variedad de peces.  Los pescadores, cerca de la orilla, pescan con unas barquitas construídas con los juncos que abundan en el lugar.

Vemos también muchas especies de aves y las ramas de los árboles llenas de marabúes. 


Por la noche vamos a cenar los cuatro, a un restaurante con bailes populares. 



Brindamos por el viaje, ya sólo nos queda un día en este país de grandes constrastes. Mañana partiremos hacia Addis Abeba pero antes visitaremos el mercado de pescado del lago Awassa.


Día 18 julio- AWASSA (MERCADO  DEL PESCADO) - ADDIS ABEBA (275 km)

A primera hora de la mañana, y antes de continuar nuestra ruta hacia Addis Abeba, visitamos el Mercado del Pescado del lago AwassaUn mercado colorido y muy animado. 



Los pescadores de la zona llegan con sus capturas, después de trabajar toda la noche en la pesca de peces gato y percas del Nilo.





La gente se arremolina  en torno a las  barcas que van dejando varadas  en la orilla.





Con gran habilidad limpian el pescado que la gente compra, para luego vender en los mercados de los pueblos cercanos. Mientras, un buen número de marabús y pelícanos deambulan la zona en espera de los restos que son desechados.





Aquí también se puede consumir pescado crudo o cocinado, según el gusto, y acompañarlo con una salsa picante y panecillos que venden las mujeres. 


A orillas del lago, los pescadores recogen sus redes.


Un buen ejemplar de pez gato recién capturado.






Marabúes y  pelícanos blancos esperando zampar algo.


Los monos también merodean en busca de comida.


A las 9.20 dejamos atrás el lago Awassa y salimos hacia Addis, a 260 km. Volvemos a pasar por la zona de rastafaris y por la tierra de los oromo (los que llevan la gorra y el bastón).

La carretera está muy buenas condiciones. Dice Johanes que la hizo, hace 12 años, Dragados y Construcciones (entre italianos y españoles) y aún se mantiene bien, mientras que las que hacen los chinos, están ya llenas de baches.



Cerca ya de Addis pasamos  por el lago  Shala, el más profundo de Etiopía, que además es salado. Hacemos una breve parada y nos acercamos hasta sus orillas, donde está pastando el ganado. 


No sabemos cómo, pero enseguida nos encontramos rodeados de niños que quieren acompañarnos.



El pequeño no me suelta de la mano y le dice a Johanes que le gustan las "farengis" (extranjeras) porque todas son millonarias.



 Como en un portal de Belén, unos bueyes de largos cuernos en forma de arco, reposan en la orilla. 




Reanudamos nuestra ruta. El tráfico es cada vez más denso y tardamos varias horas en llegar a Addis Abeba, de trazado caótico y ambiente bullicioso. Ha llovido y el tiempo sigue fresco y nublado.

 Damos un tranquilo paseo por las calles adyacentes al hotel ante las miradas curiosas de la gente. 

Hay varias carnicerías musulmanas abiertas, con los corderos colgados de un gancho.


La máquina de coser en la calle, anuncia el negocio de un sastre.


Un pinzón candela de pico rojo, pasea por la calzada.


Como el hotel está situado en el barrio donde Johanes tiene su casa, nos ha invitado a conocer a su familia. Su vivienda es una vieja construcción de la época de los italianos, que resiste el paso del tiempo. En ella vivió su madre, una enfermera que quedó viuda con tres hijos cuando el padre de Johanes falleció en la guerra de Somalia a finales 77, bajo el régimen comunista de Megistu y él, como tantos otros huérfanos de la guerra,   gracias al hermanamiento de su gobierno con la dictadura castrista, pudo tener una beca y estudiar ingeniería naval en Cuba, regresando a su país una década después con un título bajo el brazo y el apodo de "el cubano" que le sigue acompañando. Pero las cosas se torcieron cuando en 1993, tras una nueva guerra, Eritrea se independiza y deja a Etiopía sin mar. La empresa donde trabajaba quebró y las perspectivas de encontrar un empleo en una país sin puertos dejaron de existir. Desde entonces, Johanes, con mujer y dos hijos, se gana la vida como puede haciendo de guía con el poco turismo que va llegando al país, en la construcción o en lo que puede. 

La familia de Johanes es encantadora. Su mujer nos ha preparado una injera, acompañada con diferentes salsas e ingredientes, que resulta la mejor de todo el circuito. Como debe comerse con la mano, previamente, los hijos nos ofrecen una palangana con agua y una toalla.


En una hogar etíope no puede faltar la ceremonia del café,  que los etíopes practican hasta tres veces al día y que constituye una parte esencial de la tradicional hospitalidad etíope. La mujer es la encargada de preparar todo el rito que lo acompaña: previamente ha decorado la casa y alfombrado el suelo con hierbas. Ella misma tuesta el café , lo muele y lo deja hervir lentamente al carbón, en un vasija de cerámica negra o "jabena" mientras va quemando incienso.  Se toma dulce y se sirve en unas pequeñas tazas de porcelana, tres veces seguidas y,  en la última, la anfitriona bendice a los invitados.
La mujer de Johanes trabaja en una pequeña cafetería y además está preparándose para formar una cooperativa de pollos con otras mujeres,  una iniciativa del actual gobierno para reducir la pobreza y fomentar la igualdad. El principal reto es la erradicación de la mutilación genital femenina y otros tipos de violencia contra la mujer.

Ambos hijos están estudiando. La hermana de Johanes tuvo la suerte de poder establecerse en  Estados Unidos y les ayuda en los malas épocas.


Abajo, Johanes con su mujer, sus dos hijos (el pequeño no se separa de su padre)  y unos sobrinos.


Por la noche,  la agencia  nos invita a una cena de despedida con espectáculo de danzas tradicionales de Etiopía.  El menú es una vez más el típico plato nacional, la enyera,  y para acompañar un bufet con diferentes platos. Los camareros pasan con unas jarras de agua caliente y jabón para proceder al lavado de las manos. 

Johanes es buen conocedor de los bailes de su país y no duda en demostrarlo cuando una de las bailarinas le invitar a salir.

Regresamos al hotel para descansar unas horas y de madrugada nos recogen para acompañarnos al aeropuerto.  Con la tristeza de las despedidas, dejamos a  Johanes y Vendeta, después de haber compartido juntos tantos días y experiencias y pensando en la improbabilidad  de volvernos a encontrar, también en la dificultad de nuestros amigos para salir adelante en su país.

El avión se eleva mientras llegan a nuestra memoria imágenes y vivencias de estos días. Interesante el viaje por el norte, con sus paisajes, sus iglesias y su gente humilde y profundamente creyente. Excitante el viaje por el sur,  visitando poblados de costumbres ancestrales y enfrentando nuestros sentimientos a una gran contradicción: el deseo de respetar la cultura  y la vida libre de todos estos pueblos y la congoja ante la visión de la miseria y muchos aspectos de la vida de esta gente, especialmente de sus mujeres y de sus niños. 

Sin intención de idealizar Etiopía, porque la realidad del país es muy distinta a nuestras vivencias de turistas, y sin obviar que es uno de los países más pobres del mundo,  el viaje nos ha dado mucho, hemos descubierto formas de vida tan diferentes a la nuestra, en un continente tan cercano a Europa, que casi nos parece de ciencia ficción. 

Etiopía quedará por siempre prendida en nuestro corazón y en nuestro recuerdo. Conocer otras culturas y gentes diferentes enriquece mucho, nos enseña a valorar lo que tenemos y a disfrutar de cada momento presente. Parece  imposible  que tan pocos días den para tanto.

11 de octubre 2014



LECTURAS:

Sentir EtiopíaEditado por Rba Serres

Los caminos perdidos de África. JAVIER REVERTE

El Sueño de África. En busca de los mitos blancos del continente negro. JAVIER REVERTE

Rumbo a Etiopía. DENBERU MEKONNEN SIYOUM

Una mirada etíope. TOMAS MARTÍ HUGUET

Una experiència a Etiópia. CONXITA TARRUELL LLONCH

África. Pueblos y culturas ancestrales. Edición especial National Geographic.

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