TALLIN (2011)

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Procedentes de Estocolmo, Tallín fue la segunda parte de nuestro viaje de seis días. Esta pequeña ciudad, cuyo casco antiguo se encuentra dentro de unas murallas, es todo un escenario de cuento de hadas. Nos perdimos por sus calles, visitamos sus iglesias y nos desplazamos hasta el distrito de Pirita, situado junto al mar, donde vimos las ruinas de un convento del siglo XV.






TALLÍN (ESTONIA) - Mayo 2011


Desde Estocolmo, llegamos a esta ciudad, en un breve viaje de avión. 

Tallín es la capital de la República de Estonia y está situada a orillas del mar Báltico y del golfo de Finlandia y a 80 km al sur de Helsinki.

La ciudad surgió como un puerto comercial en la ruta marítima que unía Europa occidental con Rusia y conoció su máximo apogeo en plena Edad Media. Estuvo durante cinco décadas bajo el dominio soviético pero, tras su independencia en 1991, volvió a resurgir, apostando firme por el turismo y las nuevas tecnologías. 


Con un día tienes de sobra para conocer Tallín. Ya lo verás, es una ciudad encantadora, pero muy chiquita. Dentro de sus murallas se encuentra el casco antiguo, uno de los más atractivos y completos de Europa, que le ha valido a la capital el sobrenombre de "Praga en miniatura" y que podrás explorar fácilmente a pie. Conserva gran cantidad de iglesias y edificios medievales que han sido perfectamente restaurados; abundan las cafeterías, los restaurantes, los hoteles y las tiendas turísticas pero no es una ciudad museo, sus habitantes siguen viviendo y trabajando en sus calles. 


Todo el perímetro del casco antiguo de Tallín, está rodeada por uno de los conjuntos de murallas mejor conservados de todo Europa, la mayor parte de ellas construidas en el siglo XIV. Son más de 2 kilómetros de piedra, coronadas con torres de conos naranjas, que podrían ser el escenario de una película medieval. 


Y esto es sólo el exterior del casco antiguo, porque lo que guardan estas murallas es una maravilla de cuento de hadas. 

Interior de la muralla, que corresponde a la zona intramuros. 

La ciudad vieja de Tallin parece una ilustración de Walt Disney con sus tejados cónicos de tejas naranjas, sus cubiertas verdes de cinc, grises de pizarra, rojas... sólo le falta alguna bruja volando en su escoba o un hada madrina con su varita mágica. 


Uno de los lugares más visitados es la plaza del Ayuntamiento (Raekoja Plats), la antigua plaza del mercado donde se recibían a las visitas mas notables de la ciudad o se celebraban los castigos de los delincuentes de la época. Está rodeada de bonitos edificios y casas de colores . 


La plaza está llena de terrazas y restaurantes y, regularmente, por las mañanas, se suele colocar un mercadillo con productos y artesanía local. 


A continuación una vista nocturna del Ayuntamiento (Raekoda). Es de estilo gótico y fue construido en 1404. Posteriormente, en el siglo XVII, se construyó su torre, de 64 metros, a la que vale la pena ascender para obtener magníficas vistas de la plaza. 



Vista desde la torre del Ayuntamiento. 

En la punta de la torre hay una veleta del siglo XVI que representa a un viejo guerrero y que se ha convertido en el símbolo de la ciudad "el Vana Toomas". Resaltan también dos gárgolas, de estilo barroco, en forma de dragón del siglo XVII .


En el número 11 de la plaza se conserva la farmacia más antigua de toda Europa, que todavía funciona. Su primera mención histórica data de 1422.



En su interior todavía se conserva la mayoría del mobiliario original. 


Ungüentos y pócimas medievales o multitud de objetos e instrumentos curiosos. 



Cerca de la plaza se encuentra la Iglesia del Espíritu Santo, que conserva la forma original desde 1360. En la fachada puedes ver el reloj pintado más antiguo de Tallín (1684). 




En su interior, el altar mayor, el retablo de madera policromada, pintado y tallado por Bernt Notke y el púlpito barroco del siglo XVII, son sus principales atractivos. No obstante, lo que a mi particularmente más me gustó, fueron las tribunas de madera decoradas con magníficas pinturas. 







Atravesamos el Pasaje de Santa Catalina o Katarina Kaik, un pequeño callejón con atmósfera medieval, que era donde se ubicaban las casas de los artesanos de Tallin. Actualmente se puede admirar la elaboración artesanal de vidrio soplado, cerámica, joyas... 


Por las calles empedradas del pintoresco casco de Talíin es muy agradable pasear, a pesar de la gran afluencia turística. Entre sus fachadas sobresalen las agujas medievales de las torres, testigos del pasado histórico de la ciudad. 


Una ciudad pequeña y fácil de explorar.


Subiendo por la calle Kohtu, llegamos al fantástico Mirador de Kohtu, desde donde se obtienen unas vistas espectaculares de toda la ciudad vieja. Nos sentamos a descansamos en un típico bar y en una de las tiendecitas de souvenirs, adquirí un bonito anillo de ambar.



Nos detenemos para ver la Iglesia gótica de San Olav (1267), con una altísima torre de 124 metros, que en el siglo XIII era la estructura más alta del mundo conocido. El interior de la iglesia es bastante austero, prácticamente sin ornamentación, su visita es gratuita pero para subir a la torre cobran 2 €. Nos ponemos en marcha por la estrecha escalera de caracol, que parece no tener fin, y accedemos a una plataforma-mirador que hay montada y que da bastante sensación de inseguridad pero que nos ofrece unas vistas de 360º, sobre los tejados de Tallín.


Cuenta la leyenda de Olav, que querían construir la iglesia más alta del mundo, pero a la vez había una maldición de muerte súbita a quien terminara la construcción, por lo que nunca se llegaba a concluir. Un día llegó un extranjero y se ofreció a terminarla por una suma de dinero que la ciudad no tenía y entonces les propuso, que si al terminar la torre averiguaban su nombre, les perdonaría la deuda. Aceptaron pero contrataron a unos espías que lo descubrieron y cuando el artesano estaba poniendo la cruz en lo alto de la torre, desde abajo le gritaron: "Olay, la cruz está torcida" y al oir su nombre se asustó y cayó muriendo en el acto. De su boca salieron un sapo y una culebra, demostrando la posesión demoníaca del hombre. Dentro de la iglesia se hace referencia a esta leyenda.




Vistas desde la iglesia de San Olav.
Subiendo por la calle Pikk Jalg, llegamos a la Catedral Alexander Nevsky, ubicada en la colina de Toompea. Esta impresionante catedral ortodoxa domina la ciudad con sus cúpulas bubosas de color negro. Su construcción fue encargada por el Zar Alejandro III y fue inaugurada en 1900. La leyenda local cuenta que la causa de todos los problemas estructurales que ha sufrido la catedral desde su apertura es debido a que, aunque el templo se edificó para conmemorar a un héroe ruso, el edificio se levanta en realidad sobre la tumba de un héroe estonio.




Es una catedral preciosa, construida durante la época de dominio del Imperio Ruso, de ahí su estilo arquitectónico, y destaca por el contraste del blanco de sus paredes con los mosaicos y el negro de sus cúpulas.


La catedral por dentro es muy bonita. No está permitido sacar fotografías ni grabar con cámara de video, aunque a mi se me disparó la cámara y no creo haber hecho mucho mal. 


Casi al lado de la catedral ortodoxa, se encuentra la Catedral de la Virgen Santa María o Iglesia de la cúpula. Destaca por su interior, donde están los escudos de todas las familias ilustres de Tallín, así como sus blasones heráldicos. 




Se trata de la catedral protestante de la ciudad, aunque fue templo católico hasta la Reforma en el S.XVI. Se cree que fue construida en el año 1219.




Después de las iglesias, a cual más interesante, paseamos por la periferia de la ciudad. Jubilados de bajos ingresos, habían colocado unos puestecitos para vender sus flores.


No recuerdo el nombre de este tranquilo barrio, con viejas casas de madera, estilo soviético, por el que nos encantó pasear.










Otro distrito de Tallin que visitamos fue el de Pirita, situado junto al mar. Allí vimos las ruinas de un convento del siglo XV y paseamos por unos senderos del puerto deportivo .



En Tallín, al lado de la Plaza del Ayuntamiento, hay un restaurante medieval muy famoso llamado Olden Hassa, que aprovecho para aconsejarte que no vayas, a no ser que te encanten las turistadas. Nosotros caímos en la trampa por las múltiple opiniones registradas en la red. Puede ser divertido, si vas en grupo pero, además de caro, se come fatal, o al menos nosotros no acertamos. 


Entramos al restaurante a través de una tienda artesanal, todo extremadamente montado de cara el turista, con la decoración del local, la vestimenta de sus camareros y hasta los platos de comida, medieval. Pero apenas cenamos y sólo una cosa nos gustó, la cerveza con miel. 


¡Una verdadera turistada!. Me lo advirtió Rafael pero no le hice caso. 


Llegó el momento de cambiar de destino y embarcamos con la compañía Ferrys Viking Line, que nos llevaría a Helsinki (habíamos reservado los billetes por interned ).


En el puerto la gente se proveía de bebidas alcohólicas. Parece ser que es un trayecto habitual que muchos jóvenes aprovechan para emborracharse, especialmente los fines de semana, por ser puerto franco.



En menos de dos horas llegamos a Helsinki, a 80 km, destino final de este breve pero intenso, período de vacaciones.


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